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¿Qué nos sucede cuando morimos? ¿Nuestra alma continúa viviendo mientras nuestro cuerpo se descompone en la tumba? ¿Las almas de las personas malas arden continuamente en el fuego del infierno por toda la eternidad? ¿Las almas de las personas buenas ascienden al cielo en el momento de la muerte—o van a un lugar llamado limbo o purgatorio, cuando no lo fueron? Si la respuesta a estas preguntas es “sí”, entonces ¿por qué necesitamos ser resucitados de entre los muertos—o acaso no es así? ¿Los seres humanos poseen inmortalidad dentro de sí mismos? Si está intentando comprender la verdad sobre este tema, entonces las respuestas se pueden encontrar en la Palabra de Dios, la Biblia.
En el principio de la Biblia vemos que Adán y Eva no fueron creados con la capacidad de vivir eternamente. No poseían la inmortalidad. Se les ofreció la vida eterna, pero no aceptaron la oferta. Después de haber pecado, Dios expulsó al hombre del Jardín del Edén para que no “tome también del árbol de la vida, y coma, y viva para siempre” (Génesis 3:22).
La historia del pecado de Adán y Eva es ciertamente bien conocida, pero ¿se da cuenta de que también incluye la primera mentira registrada en las Escrituras? Satanás, que es el padre de la mentira (Juan 8:44), incitó a Eva a comer del fruto prohibido asegurándole que no moriría si lo comía. Recuerde que Dios le había dicho a Adán y Eva previamente que no debían comer del árbol del conocimiento del bien y del mal, “porque el día que de él comieres, ciertamente morirás” (Génesis 2:17). Sin embargo, el diablo cuestionó la exactitud de la declaración de Dios y le dijo a Eva: “No moriréis” (Génesis 3:4). Eva creyó lo que dijo Satanás y ella y su marido comieron del fruto. Como consecuencia, ambos murieron (Génesis 3:19; Génesis 5:5).
El hecho de que al hombre no se le permitió comer del árbol de la vida, y que como resultado moriría, muestra que él no era, ni tenía dentro de sí, un alma inmortal que continuaría viviendo después de la muerte. Pero aquellos que están llamados por Dios pueden obtener lo que a Adán y Eva no se les permitió obtener entonces—la inmortalidad. Todavía tienen la inmortalidad, pero Dios se la está ofreciendo. 1 Corintios 15:52–53 nos dice que los muertos “serán resucitados incorruptibles” y que en el momento de su resurrección, “este mortal” se vestirá de “inmortalidad” (“athanasia” en griego). Sólo entonces “la muerte es devorada en victoria” (1 Corintios 15:54, Nueva Traducción Viviente).
La Biblia nos enseña claramente que “la paga del pecado es muerte” (Romanos 6:23). Como todos hemos pecado (compárese Romanos 3:9-10), todos nos hemos “ganado” la muerte como “recompensa”. Dios debe erradicar la pena de muerte que pende sobre nuestras cabezas y concedernos la vida eterna. Y así leemos, en Romanos 6:23, en la segunda parte, “…mas la dádiva de Dios es vida eterna en Cristo Jesús Señor nuestro (debido a su sacrificio que nos concede, tras aceptación, el perdón de nuestros pecados)”.
1 Corintios 15:21–22, 42 nos dice claramente cómo podemos obtener la vida eterna:
“Porque por cuanto la muerte entró por un hombre (Adán y Eva), también por un hombre (Jesucristo) la resurrección de los muertos. Porque así como en Adán todos mueren (porque todos han pecado), también en Cristo todos serán vivificados… Así también es la resurrección de los muertos. Se siembra en corrupción; resucitará en incorrupción…”
La gente muere y tiene que ser resucitada. Pero, en efecto, Satanás le dijo a Eva que ella no podía morir porque tenía un alma inmortal y era incapaz de morir. En lugar de ver la inmortalidad como algo que debía obtenerse de Dios, Eva creyó erróneamente que ella, o su alma dentro de ella, ya era inmortal. Ella creyó la primera mentira registrada de Satanás—y desde entonces casi todo el mundo ha creído esa mentira, o una variación de ella. Incluso la mayoría de los cristianos profesantes hoy creen que tienen un alma inmortal, un concepto prácticamente aceptado también por casi todas las religiones no cristianas.
La idea universal de un alma inmortal
En la antigüedad, la gente creía que la sombra de una persona era su alma inmortal, una creencia que hoy todavía es mantenida por algunas de las llamadas tribus “primitivas”. Los nativos de Groenlandia solían creer que cada hombre tenía dos almas—su sombra era una de las dos almas que salía de la persona durante la noche y regresaba por la mañana. Ciertos nativos americanos creían que el alma, después de haber dejado a una persona dormida, realmente experimentaba lo que la persona estaba soñando. Por lo tanto, estaba prohibido despertar bruscamente a una persona dormida, ya que se temía que en ese estado su alma no pudiera regresar al cuerpo lo suficientemente rápido. Asimismo, no se permitía llevar a una persona dormida a otro lugar, ni colocarle una máscara en su cara, para no impedir que el alma encontrara o identificara correctamente al cuerpo.
Los nativos en China creían que el alma de una persona enferma podía abandonarla, y se pensaba comúnmente que el alma podía abandonar el cuerpo cuando la persona enferma estornudaba. En ese caso se recitaría una fórmula mágica para impedir que el alma se fuera. Los nativos en Filipinas una vez creían que las almas de los muertos vivían en árboles, por lo que se inclinaban ante los árboles cuando escuchaban el viento en las hojas.
Funk & Wagnall’s New Encyclopedia, Vol. 24, dice bajo “Alma”: “La creencia en algún tipo de alma que puede existir separada del cuerpo se encuentra en todas las culturas conocidas. En muchas sociedades analfabetas contemporáneas, se dice que los seres humanos tienen varias almas—a veces hasta siete—localizadas en diferentes partes del cuerpo y con funciones diversas. La enfermedad se explica frecuentemente como una “pérdida del alma”, que puede ocurrir, por ejemplo, cuando las brujas roban el alma o los espíritus malignos la capturan”.
Esta enciclopedia continúa diciendo que el hinduismo primitivo identificaba al alma o “atman” con lo divino, “agregando una dimensión eterna al alma. Ligada a la materia, el alma humana queda atrapada en el ciclo de la reencarnación hasta que alcanza la purificación” y entra en el “Nirvana”.
Según las enseñanzas del islam y del Corán, “Dios insufló el alma en los primeros seres humanos, y en la muerte las almas de los fieles son llevadas cerca de Dios”. Por otro lado, el budismo “no tiene ninguna concepción de un alma o de un ser que pueda sobrevivir a la muerte”.
El judaísmo abraza la idea de un alma inmortal
Aunque la mayoría de los seguidores de la fe judía hoy en día creen en un alma inmortal, originalmente esto no era el caso. La antigua Judá consideraba que el alma era “mortal”. La palabra “alma” se asoció con el concepto de “respiración” y “oxígeno” [similar a la palabra latina “anima”, de la cual se deriva la palabra alemana “Atem”, que significa “aliento”.] De hecho, en Job 41:21 se transmite claramente una asociación estrecha entre “alma” y “aliento”. Al hablar de la criatura Leviatán, Dios dice, comenzando con el versículo 20: “De sus narices sale humo, como de una olla o caldero que hierve. Su aliento enciende los carbones y de su boca sale llama”. La palabra hebrea para “aliento” aquí es “nephesh” y, como veremos más adelante, esta palabra—usada en todo el Antiguo Testamento—ha sido traducida como “alma” en muchas ocasiones.
Fue sólo después de que las filosofías persas y griegas influenciaron al judaísmo que encontramos una adaptación gradual del concepto de un alma inmortal. La Jewish Encyclopedia, vol. VI (1941) señala en las páginas 564 y 566: “La creencia de que el alma continúa su existencia después de la disolución del cuerpo es una cuestión de especulación filosófica o teológica más que de simple fe y, en consecuencia, no se enseña en ninguna parte de las Sagradas Escrituras… La creencia en la inmortalidad del alma llegó a los judíos a través del contacto con el pensamiento griego y principalmente a través de la filosofía de Platón, su principal exponente, quien llego a ella a través de los misterios de Orfeo y Eleusis en los que los puntos de vista babilónicos y egipcios se mezclaban extrañamente”.
La International Standard Bible Encyclopedia está de acuerdo: “Siempre estamos influenciados más o menos por la idea griega y platónica de que el cuerpo muere, pero el alma es inmortal. Semejante idea es totalmente contraria a la conciencia israelita y no se encuentra en ninguna parte de las [Escrituras hebreas]”. (ed. 1960, Vol. II, p. 812)
El cristianismo ortodoxo abraza la idea de un alma inmortal
Según la creencia católica, el alma inmortal se infunde en una persona en el momento de la concepción, habiendo sido creada directa e individualmente por Dios con libre albedrío y conciencia. El alma individual está presente en su totalidad en todos y cada uno de los órganos de la persona. Pruebas de la exactitud de la enseñanza de la inmortalidad del alma se dan principalmente a la luz de: 1) supuestas apariciones de personas muertas; 2) la creencia universal en tal concepto; y 3) la declaración bíblica [tratada aquí] de que “el hombre no puede destruir el alma”. (Mateo 10:28). Originalmente, los católicos creían que el alma de una persona fallecida entraba al cielo o al infierno inmediatamente en el momento de la muerte—la idea de un purgatorio sólo se convirtió en dogma en el año 590 d. C. La mayoría de las denominaciones protestantes, siguiendo en gran medida el liderazgo de la Iglesia Católica en este sentido, también cree en la inmortalidad del alma.
El cristianismo ortodoxo adoptó el concepto de alma inmortal de las creencias paganas. El Evangelical Dictionary of Theology señala en su edición de 1992, en la página 1037, “La especulación sobre el alma en la iglesia post-apostólica estaba fuertemente influenciada por la filosofía griega”.
Una vez más, citando de Funk & Wagnall’s New Encyclopedia, vol. 24, del artículo sobre el “Alma”: “La doctrina cristiana del alma ha sido fuertemente influenciada por las filosofías [griegas] de Platón y Aristóteles… el teólogo del siglo XIII Tomás de Aquino… aceptó el análisis de Aristóteles del alma y el cuerpo como dos elementos conceptualmente distinguibles de una sola sustancia”.
Uno de los primeros defensores del concepto de la inmortalidad del alma fue un padre de la Iglesia católica llamado Orígenes (185-254 d.C.). Alrededor del año 200 d.C. afirmó que “las almas son inmortales”, diciendo al mismo tiempo que era un “platonista que creía en la inmortalidad del alma”. (Ante-Nicene Fathers, vol. IV, págs. 314, 402).
Además, como señalamos en nuestro folleto gratuito, “No celebre la Navidad”, los seguidores del dios griego Mitra también creían en un alma inmortal. Muchas de esas creencias paganas asociadas con Mitra fueron posteriormente adoptadas y absorbidas por el cristianismo ortodoxo.
Algunos rechazan el concepto de un alma inmortal
Hemos señalado brevemente los diferentes conceptos que el hombre ha sostenido respecto a la inmortalidad del alma y, de hecho, hay una asombrosa variedad de ideas falsas y conceptos erróneos sobre este tema. Pero a pesar de la fuerte influencia universal, a lo largo de la historia han habido algunos que no creían en ninguno de estos conceptos. Por ejemplo, Arnobio, un escritor católico, habló en contra quienes tenían la “propia opinión extravagante de que las almas son inmortales”. (Ante-Nicene Fathers, vol. VI, p. 440).
Además, en la época de la Reforma, William Tyndale lo expresó de manera bastante sucinta cuando escribió: “Al poner las almas difuntas en el cielo, el infierno o el purgatorio, se destruyen los argumentos con los que Cristo y Pablo prueban la resurrección… La verdadera fe propicia la resurrección; los filósofos paganos, al negar esto, propusieron que las almas vivían siempre… Si el alma está en el cielo, ¿dime qué razón hay para la resurrección”?
Otro reformador que cuestionó la inmortalidad del alma fue Martín Lutero. Declaró que la Biblia no enseñaba la inmortalidad del alma y sugirió que el alma moría con el cuerpo y que Dios resucitaría ambos en el futuro. Escribió en 1522: “Es probable, en mi opinión, que… de hecho los muertos duermen en completa inconciencia hasta el día del juicio… ¿Con qué autoridad se puede decir que las almas de los muertos no pueden dormir… de la misma manera que los vivos pasan en profundo sueño el intervalo entre que se acuestan y se levantan por la mañana? (Michelet, Life of Luther, p. 133).
Mientras que la mayoría de los protestantes hoy han olvidado hace ya mucho tiempo estas palabras de Martín Lutero, algunos grupos cristianos todavía no enseñan la inmortalidad del alma. Los Adventistas del Séptimo Día, por ejemplo, no creen que el alma de una persona muerta continúa viviendo una vida consciente. Las organizaciones de la Iglesia de Dios que guardan el sábado, de la misma manera, rechazan universalmente el concepto de un alma inmortal.
Con una variedad tan amplia de ideas y opiniones, ¿cómo podemos saber en qué creer? ¿Cómo podemos determinar de manera concluyente la verdad del asunto? Acudiremos a la fuente de la verdad, la Biblia, las palabras de Dios mismo.
Apariciones de la palabra “alma” en la Biblia
En el Antiguo Testamento, la palabra hebrea “nephesh” se ha traducido como “alma” en muchos casos, pero no siempre. “Nephesh” se usa, tanto de forma individual como en combinación con otras palabras, 723 veces en las Escrituras Hebreas. Sin embargo, la Versión Autorizada de la King James Bible, en inglés, lo traduce solo 428 veces como “alma”. De lo contrario, se utilizan más de 25 interpretaciones y variaciones diferentes. Esto significa que casi 300 veces, la palabra hebrea “nephesh” no se traduce como “alma” en la Versión Autorizada.
En el Nuevo Testamento, la palabra griega que se ha traducido como “alma” en muchos casos, y que transmite el mismo significado que la palabra hebrea “nephesh”, es “psyche”. La palabra griega “psyche”, o una variación de la palabra, se usa 103 veces en el Nuevo Testamento. Sin embargo, la Versión Autorizada sólo la traduce 58 veces como “alma”, mientras que la traduce 40 veces como “vida”, 3 veces como “mente” y una vez como “corazón” o “de todo corazón”.
Ahora comenzaremos un estudio detallado sobre cómo la Biblia usa las palabras “nephesh” y “psyche” para ver el significado que se transmite del alma. De esta manera, también obtendremos una mejor comprensión del tema de la inmortalidad, que Dios debe conceder al hombre como un regalo.
Veremos en este estudio que la palabra “alma”, o la palabra hebrea “nephesh”, así como la palabra griega “psyche”, se aplican tanto a hombres como a animales, y pueden referirse tanto a una persona o animal vivo como a una persona o un animal muerto. El alma es un “ser vivo” mientras el ser esté vivo. Leeremos donde el hombre se convirtió en alma viviente cuando fue creado, pero que cuando muere, se convierte en alma muerta, y que un alma muerta no sigue viviendo. En la medida en que la palabra “alma” describe “vida”, siempre es vida temporal. Aprenderemos que la palabra “alma” puede ser una referencia a la persona o animal vivo que respira, pero también puede ser una referencia a la psique de la criatura viviente; puede describir el corazón—los sentimientos y las motivaciones. También aprenderemos que cuando el alma muere, va a la tumba o al sepulcro, y que la muerte es un estado de silencio sin conciencia, conocimiento, actividad o planificación. Descubriremos que un alma muerta se descompone o experimenta “corrupción” y que, para vivir de nuevo, Dios debe devolverle la vida al alma o a la persona mediante una resurrección de entre los muertos. Finalmente, aprenderemos la verdad sobre el tema extremadamente incomprendido del “infierno” y el destino de los malvados, y si es posible o no la “comunicación con los muertos”.
Estudio del Antiguo Testamento sobre el “alma”
Comenzaremos nuestro estudio con un vistazo a las Escrituras del Antiguo Testamento, donde aprenderemos de manera concluyente que el alma del hombre no es inmortal y que tampoco es un elemento o entidad consciente dentro del hombre. En pocas palabras, el alma es la persona física temporal, con todos sus deseos, anhelos y sentimientos.
La palabra hebrea para alma se aplica a los animales
La primera vez que se usa la palabra “nephesh” en el Antiguo Testamento es en Génesis 1:20, donde Dios dice: “Produzcan las aguas seres vivientes”. La palabra para “viviente” es una traducción de “nephesh”. Se aplica aquí a los animales acuáticos vivientes. La Biblia del Jubileo traduce este pasaje de la siguiente manera: “Y dijo Dios: ‘Produzcan las aguas gran cantidad de criaturas de alma viviente (“nephesh” o “alma”)’”.
Continuando con el versículo 21, “Y creó Dios grandes monstruos marinos”. La palabra para “monstruos” es “nephesh”. La frase completa podría traducirse, en contexto, como “almas del mar”. Nuevamente, en el versículo 24, leemos: “Luego dijo Dios: Produzca la tierra seres vivientes según su género, bestias y serpientes y animales de la tierra según su especie”. La palabra para “seres” es “nephesh”, por lo que aquí la palabra para “alma” se aplica a los animales terrestres, incluidas las serpientes.
Nótese también este pasaje interesante en Génesis 1:30: “Y a toda bestia de la tierra, y a todas las aves de los cielos, y a todo lo que se arrastra sobre la tierra, en que hay vida, toda planta verde les será para comer”. La palabra para “vida” es “nephesh” en hebreo. Por eso leemos aquí que hay un “alma” en los seres que se arrastran, así como en las bestias de la tierra y las aves. Pero esto no significa que los seres que se arrastran tengan almas inmortales. Más bien, mientras estén arrastrándose, están vivos.
Por eso la Biblia, desde el principio mismo, aplica la palabra “nephesh” o “alma” a los animales en cuatro lugares, incluidos los animales que se arrastran sobre la tierra. Nótese que cuando Dios creó a los animales, eran almas vivientes. Él no creó animales como cadáveres a los que luego dio vida. Por eso Dios dijo desde el principio: que las aguas produzcan en abundancia criaturas que tienen “vida” o un “alma”.
Después del diluvio, Dios hizo un pacto con Noé que también beneficiaría a los animales. Dios dijo en Génesis 9:9–10 y 16: “He aquí que yo establezco mi pacto con vosotros, y con vuestros descendientes después de vosotros; y con todo ser viviente que está con vosotros; aves, animales y toda bestia de la tierra que está con vosotros, desde todos los que salieron del arca hasta todo animal de la tierra.… Estará el arco en las nubes, y lo veré, y me acordaré del pacto perpetuo entre Dios y todo ser viviente, con toda carne que hay sobre la tierra”. En ambos casos donde se usa la palabra “criatura”, la palabra hebrea es “nephesh”. Dios vuelve a decir que los animales vivos son almas vivientes.
Nótese también en Levítico 11:10-11, donde Dios nos dice qué clase de mariscos no debemos comer: “Pero todos los que no tienen aletas ni escamas en el mar y en los ríos, así de todo lo que se mueve como de toda cosa viviente [o “alma”—“nephesh” en hebreo] que está en las aguas, los tendréis en abominación… de su carne no comeréis”.
Nuevamente, Dios enfatiza en Levítico 11:46 que los animales, ya sean marinos o terrestres, son “almas”, cuando dice: “Esta es la ley acerca de las bestias, y las aves, y todo ser viviente [“nephesh”] que se mueve en las aguas, y de toda criatura [“nephesh”] que se arrastra sobre la tierra”.
En Isaías 19:10, la palabra “nephesh” o “alma” se usa nuevamente para las criaturas marinas: “Porque todas sus redes serán rotas; y se entristecerán todos los que hacen viveros para peces”. La palabra traducida “pez” es “nephesh” en hebreo. En Levítico 24:18, la palabra “nephesh” se aplica tres veces a los animales domésticos o “bestias”: “El que hiere a algún animal ha de restituirlo, animal por animal”.
El hombre se convirtió en un alma viviente
Cuando Dios creó al hombre, lo creó como una persona sin vida o muerta. Entonces Dios sopló en las fosas nasales del hombre y éste cobró vida. Nótese cómo se describe esto en Génesis 2:7: “Entonces Jehová Dios formó al hombre del polvo de la tierra, y sopló en su nariz aliento de vida, y fue el hombre un ser viviente [“nephesh”]”.
Cuando el hombre fue creado, aún no estaba vivo, a diferencia de los animales cuando fueron creados. Sólo cuando Dios sopló aire en su nariz el hombre fue vivificado—se convirtió en un alma viviente. Antes de eso, era un alma sin vida.
La vida, o el alma, está en la sangre
Obsérvese cómo la Biblia describe el alma humana o animal en relación con la vida humana o animal. Génesis 9:4–5 dice: “Pero carne con su vida [“nephesh” o “alma”], que es sangre, no comeréis. Porque ciertamente demandaré la sangre de vuestras vidas [“nephesh” o “almas”]… de mano del varón su hermano demandaré la vida [“nephesh” o “alma”] del hombre”.
Nótese también en Levítico 17:11, 14: “Porque la vida [“nephesh” o “alma”] de la carne en la sangre está … porque la vida [“nephesh” o “alma”] de toda carne es su sangre”.
Finalmente, obsérvese Deuteronomio 12:23: “Solamente que te mantengas firme en no comer sangre; porque la sangre es la vida [“nephesh” o “alma”]; y no comerás la vida [“nephesh”] juntamente con su carne”.
En primer lugar, vemos en estos pasajes que uno puede comer el alma—la sangre—pero no debería hacerlo. Entonces, se nos dice que un hombre o un animal están vivos mientras su sangre circule por su interior. Si uno pierde demasiada sangre, uno muere. Entonces la sangre mantiene a la persona o al animal—el ALMA—con vida. El alma, o la vida, se equipara con la sangre. Es físico y no puede significar que el alma seguirá viviendo cuando el cuerpo muera.
El hombre ES un alma
El concepto de que las personas SON almas se expresa en muchos pasajes, cuando se traducen correctamente. Génesis 12:5 dice: “Tomó, pues, Abram… las personas [“nephesh”] que habían adquirido en Harán”. Aquí la palabra “personas” equivale a sus “almas”.
Lo mismo se expresa en Génesis 14:21: “Entonces el rey de Sodoma dijo a Abram: Dame las personas [literalmente “almas” o “nephesh” en hebreo], y toma para ti los bienes”.
Obsérvese cómo Génesis 46:15–27 equipara “almas” con “personas”: “(15) Estos fueron los hijos de Lea… y además su hija Dina; treinta y tres las personas todas [“nephesh” por todo] de sus hijos e hijas.… (18) Estos fueron los hijos de Zilpa… por todas dieciséis personas… (22) Estos fueron los hijos de Raquel… por todas catorce personas… (25) Estos fueron los hijos de Bilha… por todas siete personas. (26) Todas las personas que vinieron con Jacob a Egipto, procedentes de sus lomos, sin las mujeres de los hijos de Jacob, todas las personas fueron sesenta y seis. Y los hijos de José, que le nacieron en Egipto, dos personas. Todas las personas de la casa de Jacob, que entraron en Egipto, fueron setenta”.
Éxodo 1:5 confirma esto: “Todas las personas [“nephesh”] que le nacieron a Jacob fueron setenta. Y José estaba en Egipto”.
En Éxodo 12:4 leemos las instrucciones de Dios con respecto a la Pascua: “Mas si la familia fuere tan pequeña que no baste para comer el cordero, entonces él y su vecino inmediato a su casa tomarán uno según el número de las personas [“nephesh”]”.
Nótese también en Éxodo 12:16 y comprenda cómo la palabra “alma” describe a la persona física—no describe en absoluto nada que sea inmortal. “…ninguna obra se hará en ellos [en el primer y séptimo día de la fiesta de los días de los panes sin levadura], excepto solamente que preparéis lo que cada cual haya de comer”. La palabra “cada cual” es una traducción de la palabra hebrea “nephesh”. Entonces, la traducción correcta sería: “…lo que cada alma haya de comer”. El alma debe comer algo para mantenerse viva. No es inmortal, sino más bien física.
Nótense estos ejemplos adicionales, que demuestran claramente que la palabra “alma” describe a la persona física y temporal—no algo inmortal dentro de la persona:
(1) “Asimismo la persona [“nephesh”] que hubiere tocado cualquiera cosa inmunda… será inmunda”. (Levítico 5:2). “…y la persona [“nephesh”] que de él comiere, llevará su pecado”. (Levítico 7:18). “Pero la persona [“nephesh”] que comiere la carne del sacrificio de paz… aquella persona [“nephesh”] será cortada de entre su pueblo”. (Levítico 7:20). “Además, la persona [“nephesh”] que tocare alguna cosa inmunda… aquella persona [“nephesh”] será cortada de entre su pueblo”. (Levítico 7:21). “Porque cualquiera que comiere grosura de animal… la persona [“nephesh”] que comiere, será cortada de entre su pueblo”. (Levítico 7:25). “Cualquier persona [“nephesh”] que comiere de alguna sangre, la tal persona [“nephesh”] será cortada de entre su pueblo”. (Levítico 7:27). “Y cualquier persona [“nephesh”] que comiere animal mortecino lavará sus vestidos y a sí misma se lavará con agua, y será inmunda hasta la noche”. (Levítico 17:15). “La persona [“nephesh”] que haya que lo tocare será inmunda hasta la noche, y no comerá de las cosas sagradas antes que haya lavado su cuerpo con agua”. (Levítico 22:6). Estas escrituras muestran que una persona [un alma] puede tocar físicamente algo impuro y ser considerada impura también. El alma también puede comer y bañarse.
(2) “O si alguno [“nephesh”] a la ligera con sus labios hacer mal o hacer bien, en cualquiera cosa que el hombre profiere…” (Levítico 5:4). “Porque cualquiera que hiciere alguna de todas estas abominaciones, las personas [“nephesh”] que las hicieren serán cortadas de entre su pueblo”. (Levítico 18:29). “…su vida aborrezca el pan, y su alma [“nephesh”] la comida suave”. (Job 33:20). Aprendemos de esto que un alma puede jurar y que un alma puede aborrecer la comida. Nuevamente, todas estas características describen un ser físico—no algo inmortal dentro del ser físico.
¡El alma PUEDE morir!
Nótese en Ezequiel 18:4: “He aquí que todas las almas son mías [“nephesh”]; como el alma [“nephesh”] del padre, así el alma [“nephesh”] del hijo es mía; el alma [“nephesh”] que pecare, esa morirá…” Y Dios repite esta declaración fundamental en el versículo 20 para asegurarnos de que lo entendamos. Una vez muerta, el alma viviente se ha convertido en alma muerta.
La enseñanza bíblica es que el alma puede morir. Levítico 24:17 dice: “Asimismo el hombre que hiere de muerte a cualquiera persona [“nephesh” o “alma”], que sufra la muerte”. En otras palabras, el alma que mata a otra alma debe morir ella misma.
Nótense también las siguientes dos declaraciones de los libros de Éxodo y Levítico:
“Así que guardaréis el día de reposo [el sábado semanal—el tiempo desde la tarde del viernes hasta la tarde del sábado]; porque santo es a vosotros: el que lo profanare, de cierto morirá; porque cualquiera que hiciere obra alguna en él, aquella persona [“nephesh”] será cortada de en medio de su pueblo”. (Éxodo 31:14). “Y cualquier persona [“nephesh”] que hiciere trabajo alguno en este día [el Día de la Expiación—un sábado anual], yo destruiré a la tal persona [“nephesh”] de entre su pueblo”. (Levítico 23:30). Aquí vemos nuevamente que el alma está sujeta a la muerte.
David también sabía que su “alma”, su vida, podía morir. En el Salmo 22:20, ora: “Libra de la espada mi alma [“nephesh”]”. David también expresó este pensamiento: “…el que no puede conservar la vida a su propia alma [“nephesh”]”. (Salmo 22:29). ¡De hecho, una extraña afirmación, si el hombre ya tuviera un alma inmortal!
Job, también, hizo una declaración reveladora que mostraba que no creía en la inmortalidad del alma. Esto es interesante, ya que, por otro lado, sí creía en una resurrección de entre los muertos (compárese Job 14:14-15). Leemos en Job 7:15: “Y así mi alma [“nephesh”] tuvo por mejor la estrangulación, y quiso la muerte más que mis huesos”.
Otra declaración reveladora se hace en Deuteronomio 19:11–12. Al leer estos versículos, uno no se daría cuenta de que el texto original muestra la mortalidad del alma: “Pero si hubiere alguno que aborreciere a su prójimo y lo acechare, y se levantare contra él y lo hiriere de muerte, y muriere; si huyere a alguna de estas ciudades [de refugio]; entonces los ancianos de su ciudad enviarán y lo sacarán de allí, y lo entregarán en mano del vengador de la sangre para que muera”. La palabra hebrea aquí para “de muerte” es “nephesh”. La traducción “de muerte” refleja con precisión el significado transmitido en este pasaje—es decir, que el alma es mortal y puede morir—no es inmortal y vive para siempre. La Nueva Versión Internacional lo traduce de esta manera, “…lo asalta, lo mata a su prójimo…”. La Biblia Reina Valera Contemporánea dice, “…y le quita la vida…”
La palabra hebrea para alma también se aplica a las personas MUERTAS
Encontramos que la palabra “nephesh” se usa tanto para personas muertas como para personas vivas. Esto no debería sorprendernos a estas alturas, ya que el alma a la que se hace referencia puede estar viva o muerta. Leemos en Levítico 19:28: “No se hagan cortes ni marcas [tatuajes] en el cuerpo por causa de un muerto [“nephesh” o “alma”]”.
En relación con el voto nazareo especial, un nazareo no podía tocar a una persona muerta durante la duración de su voto. Leemos en Números 6:6: “Mientras dure su consagración a mí, no podrá acercarse a ninguna persona muerta [“nephesh” o “alma muerta”]”.
Nótese, también, en Números 19:11 y 13, “El que tocare cadáver [“nephesh” o “alma”] de cualquier persona [aquí el énfasis está en el hombre, en lugar de los animales] será inmundo siete días… Todo aquel que tocare cadáver [“nephesh” o “alma muerta”], y no se purificare, el tabernáculo de Jehová contaminó, y aquella persona [“nephesh”] será cortada de Israel…”
¡Obsérvese que se puede tocar el alma de una persona muerta! ¡Piénselo! ¿Cómo podría ser esto, si el alma fuera la parte inmortal del hombre dentro del hombre? Según el cristianismo ortodoxo, el alma sale del difunto en el momento de su muerte. No hay manera de que uno podría tocar un alma que parte. Pero la Biblia enseña que el alma puede ser tocada y que puede estar viva o muerta. Entonces, el alma es la persona. Nuevamente, no es algo inmortal dentro de la persona.
La palabra hebrea para alma puede describir a la persona entera
Como ya hemos visto, la palabra “nephesh” o “alma” muchas veces describe a la persona entera—todo su ser. Obsérvense los siguientes ejemplos adicionales:
Génesis 12:13, “[Abram le dijo a Sarai:] Ahora, pues, di que eres mi hermana, para que me vaya bien por causa tuya, y viva mi alma [“nephesh”] por causa de ti”. Aquí, Abram equipara “su alma” consigo mismo. Al decir que su alma debía permanecer viva, deseaba que él siguiera vivo. Esto muestra también que él, al igual que su alma, podría morir.
Nótese también en Génesis 27:4, en La Biblia del Jubileo: “[Isaac le dijo a Esaú:] y hazme un guisado, como yo amo, y tráemelo, y comeré, para que te bendiga mi alma [“nephesh”] antes que muera”. Sin embargo, más tarde se nos dice que Isaac bendijo a Jacob, pensando que era Esaú (v. 23). De nuevo, la declaración de Isaac de que su alma bendeciría a Esaú significaba que él, Isaac, lo bendeciría. El alma de Isaac e Isaac eran uno y el mismo—de hecho, Isaac era un alma.
En otro ejemplo, Lot pidió a los ángeles que habían venido a destruir Sodoma y Gomorra, que pudiese huir a una ciudad cercana, en lugar de a las montañas. En Génesis 19:20, dice: “He aquí ahora esta ciudad está cerca para huir allá… y salvaré mi vida [“nephesh”]”. Quería seguir vivo y estar lo más contento posible dadas las circunstancias. Era él quien quería “vivir”—y se equiparaba a sí mismo con “su alma”.
La palabra hebrea para alma puede describir los sentimientos humanos
También encontramos que la palabra “nephesh” o “alma” puede enfatizar las emociones o sentimientos de una persona. En otras palabras, los aspectos emocionales o psicológicos de una persona a veces se identifican con su “alma”. Aun así, la palabra “alma” describe a la persona—no algo en la persona—pero de vez en cuando puede enfatizar lo que de otro modo podría describirse como el “corazón”.
Nótese en Génesis 34:3, 8: “Pero su alma [la de Siquem] [“nephesh”] se apegó a Dina la hija de Lea, y se enamoró de la joven… Y Hamor [padre de Siquem] habló con ellos, diciendo: El alma [“nephesh”] de mi hijo Siquem se ha apegado a vuestra hija…”
Una persona tiene sentimientos. A veces se describe que estos sentimientos se originan y provienen del corazón o del alma. Pero esto no hace que el alma o el corazón sean algo separado de la persona, algo inmortal que sigue vivo cuando la persona muere.
Nótese en Génesis 44:30-31: “Ahora, pues, cuando vuelva yo a tu siervo mi padre, si el joven no va conmigo, como su vida está ligada a la vida de él… morirá”. Una traducción literal es “viendo que su alma está ligada al alma del muchacho”. En ambos casos, la palabra es “nephesh” en hebreo. Se podría decir en el lenguaje actual: “Los dos eran un solo corazón y una sola alma”. Tenían un profundo amor y afecto el uno por el otro.
Otro ejemplo muestra que cuando algo nos da mucho miedo o nos sentimos temerosos, a veces la Biblia dice que “nuestra alma” siente miedo. Génesis 42:21 dice: “Y decían el uno al otro: Verdaderamente hemos pecado contra nuestro hermano, pues vimos la angustia de su alma [“nephesh”] cuando nos rogaba, y no le escuchamos”. Además, observe Levítico 26:16—una profecía para hoy dirigida a las tribus modernas de Israel: “Yo [Dios] también haré con vosotros esto: enviaré sobre vosotros terror, extenuación y calentura, que consuman los ojos y atormenten el alma [“nephesh” en hebreo]”.
La Authorized Version en inglés, traduce la palabra hebrea “nephesh” 15 veces como “corazón”. En varios casos, en esos pasajes se enfatiza el lado emocional de la angustia, el miedo, el dolor y la ansiedad. Nótese también el siguiente ejemplo: “Pero solamente para que sus ojos queden ciegos y se les rompa el corazón [“nephesh”]”. (1 Samuel 2:33, Nueva Traducción Viviente).
Consideremos también la siguiente expresión acerca del “alma”, que muestra que puede referirse a la parte emocional del hombre. Los israelitas se quejaban de la falta de alimentos en el desierto y decían: “Y ahora nuestra alma [“nephesh”] se seca: pues nada sino este maná ven nuestros ojos”. (Números 11:6).
Más tarde, Moisés aseguraría a los israelitas que tendrían carne para comer en la Tierra Prometida. Nótese, sin embargo, cómo lo expresa en Deuteronomio 12:20: “Cuando Jehová tu Dios ensanchare tu territorio, como él te ha dicho, y tú dijeres: Comeré carne, porque deseaste [“nephesh”] comerla, conforme a lo que deseaste podrás comer [“nephesh”]”. Nuevamente, Moisés podría haber dicho: “…cualquier cosa que tu alma desee”. El alma, entonces, está describiendo a la persona, con cierto énfasis, a veces, en las emociones y deseos de la persona.
Nótese también Deuteronomio 23:24: “Si entras en el viñedo de otra persona, podrás comer todas las uvas que quieras hasta que estés satisfecho (Palabra de Dios para Todos)”. La palabra “satisfecho” se traduce del hebreo “nephesh”, que muestra los deseos de la persona.
En dos lugares, la palabra “nephesh” se traduce con “apetito”, mostrando nuevamente el aspecto de los deseos carnales del hombre. Leemos en Proverbios 23:2: “Y pon cuchillo a tu garganta, si tienes gran apetito [“nephesh”]”. Además, nótese Eclesiastés 6:7: “Mucho se afana el hombre para llenarse la boca, pero su apetito [“nephesh”] nunca se sacia”. La Elberfelder Bibel alemana tiene la siguiente anotación en Eclesiastés 6:7: “Literalmente, ‘su alma no está saciada’”.
Quizás ahora podemos entender mejor por qué Dios nos manda que le busquemos con todo nuestro corazón [hebreo, “lebab”] y alma [“nephesh”] (Deuteronomio 4:29), y lo amemos “de todo tu corazón [ “lebab”], y de toda tu alma [“nephesh”] y con todas tus fuerzas [hebreo, “meod”]”. (Deuteronomio 6:5). Ésta es sólo otra forma de decir que todo nuestro ser—todo lo que somos, incluidos nuestros deseos y emociones—debe buscar a Dios y amarlo más allá de cualquier otra persona o cosa.
La palabra hebrea para alma puede describir las emociones de los animales
También debemos señalar que la palabra “alma” o “nephesh” no sólo describe el lado “emocional” del hombre. Esta palabra también se utiliza para describir el lado emocional de los animales.
Leamos Jeremías 2:24, que describe un asno salvaje en sus tiempos sexualmente activos. “¡Asna salvaje acostumbrada al desierto! Cuando ardes en deseos, olfateas el viento; cuando estás en celo, no hay quien te detenga. La palabra “deseo” es una traducción de la palabra hebrea “nephesh”; por lo tanto, el pasaje podría traducirse literalmente, “…según los deseos de su alma”.
Nótese también el siguiente pasaje en Proverbios 12:10: “El justo cuida de la vida de su bestia”. La palabra para “vida” es la palabra hebrea “nephesh”. Aquí se transmite la idea de que la persona justa cuida del “alma” o las necesidades físicas de sus animales.
La palabra hebrea para alma puede describir los sentimientos de Dios
Dios usa la palabra hebrea “nephesh” para describir incluso sus propias emociones y sentimientos. Sin embargo, debe quedar claro que no hay un alma inmortal viviendo dentro del Dios inmortal, y también debe quedar claro que, en lo que respecta a Dios, su vida no depende de la sangre que circula por su cuerpo. Más bien, el significado que se transmite aquí es que “nephesh” o “alma” describe al ser mismo de Dios, con sus emociones y deseos.
Por ejemplo, en Levítico 26:11, Dios dice lo que sucedería si Israel le obedeciera: “Y pondré mi morada en medio de vosotros, y mi alma [“nephesh”] no os abominará”. En cambio, si Israel desobedeciera, las consecuencias serían bastante severas, como se indica en Levítico 26:15, 30: “y si desdeñareis mis decretos, y vuestra alma [“nephesh”] menospreciare mis estatutos, no ejecutando todos mis mandamientos… Destruiré vuestros lugares altos, y derribaré vuestras imágenes, y pondré vuestros cuerpos muertos sobre los cuerpos muertos de vuestros ídolos, y mi alma [“nephesh”] os abominará”.
Como el alma de Israel aborrecería el juicio de Dios, así el alma de Dios aborrecería a Israel. Aquí la palabra “alma” describe los sentimientos más íntimos de las personas, tanto de Dios como del hombre, no algo inmortal dentro de la persona.
Tanto los humanos como los animales SON almas
Hay pasajes en la Biblia que se refieren tanto a los animales como a los hombres como “almas” en el mismo contexto. Al principio de la Biblia, justo después de que se nos presentó el concepto de que la palabra “nephesh” puede describir a los hombres en Génesis 2:7, se nos dice que la misma palabra “nephesh” también describe a los animales. Como ya sabemos, los animales también son almas. Leemos en Génesis 2:19: “Jehová Dios formó, pues, de la tierra toda bestia del campo, y toda ave de los cielos… y todo lo que Adán llamó a los animales vivientes [“nephesh”], ese es su nombre”.
Note en Números 31:28: “Y apartarás para Jehová el tributo de los hombres de guerra que salieron a la guerra; de quinientos, uno [“nephesh”], así de las personas como de los bueyes [ganado], de los asnos y de las ovejas”.
Además, Job 12:9–10, “¿Qué cosa de todas estas no entiende que la mano de Jehová la hizo? En su mano está el alma [“nephesh”] de todo viviente [incluidos hombres y animales y el hálito de todo el género humano”.
Aprendemos que el hombre y los animales se parecen en cuanto a su composición física. Todos ellos son almas, hechas del polvo de la tierra, y todos volverán a ser polvo cuando mueran. Eclesiastés 3:19–20 señala: “Porque lo que sucede a los hijos de los hombres, y lo que sucede a las bestias, un mismo suceso es: como mueren los unos, así mueren los otros, y una misma respiración tienen todos; ni tiene más el hombre que la bestia; porque todo es vanidad. Todo va a un mismo lugar; todo es hecho del polvo, y todo volverá al mismo polvo”.
A menos que Dios conceda al hombre la inmortalidad, el hombre morirá igual que los animales. Tanto el hombre como los animales son almas. El hombre no tiene ninguna ventaja sobre los animales en este sentido. Todos van a un lugar. [Deberíamos señalar aquí, sin embargo, que, si existe una diferencia fundamental entre el hombre y los animales, pero esa diferencia no es el alma. Para obtener más información sobre este tema extremadamente importante, solicite nuestro folleto gratuito, “La teoría de la evolución: ¿Un cuento de hadas para adultos?”]
¿El alma parte en el momento de la muerte?
Hay al menos un pasaje que dice que el alma parte de una persona cuando ésta muere. Leemos en Génesis 35:18-19: “Y aconteció que al salírsele el alma (pues murió), llamó su nombre Benoni; mas su padre lo llamó Benjamín. Así murió Raquel, y fue sepultada…”
Este pasaje no nos enseña que el alma de una persona sea inmortal y sigue viva después de la muerte de la persona. Recuerde, aprendimos que la sangre es la vida, o el alma, de la persona. Una vez que la sangre deja de circular, la persona muere. Entonces, este pasaje en Génesis nos dice que el alma, o la VIDA, de la persona partida—es otra forma de decir que la persona murió. La Biblia de Lutero alemana lo traduce así: “Cuando su vida partió de ella y tuvo que morir…”
Hay dos pasajes adicionales que pueden implicar, si no se analizan cuidadosamente, que el alma “parte” cuando una persona muere. Jeremías 15:9 dice: “Languideció la que dio a luz siete; se llenó de dolor su alma, su sol se puso siendo aún de día”. Luego, en Job 11:20 leemos: “Pero los ojos de los malos se consumirán, y no tendrán refugio; y su esperanza será dar su último suspiro”.
En ambos pasajes, la palabra hebrea para “suspiro” es “nephesh”. ¿Significa esto que el alma, después de “partir”, continuó viviendo? No, esta es sólo otra manera de expresar el pensamiento de que la persona murió, que su vida terminó. Obsérvese cómo la Biblia New Jerusalem traduce Job 11:20: “Su única esperanza es dar el último suspiro”. La Biblia revisada en inglés dice: “Su única esperanza es la muerte”.
Entonces, vemos que la palabra “nephesh” o “alma” puede referirse a la persona carnal o a la vida [sangre] de la persona. “Nephesh”, entonces, describe nuestra vida física temporal, que tenemos en común con los animales, y que es suministrada por la transferencia de oxígeno a través de la sangre.
El “alma” en el Nuevo Testamento
Volveremos a algunos pasajes adicionales del Antiguo Testamento, implicando el alma o conceptos relacionados, más adelante en este folleto. A estas alturas, pasemos a las páginas del Nuevo Testamento. ¿Allí aprendemos algo diferente sobre el alma? ¿El Nuevo Testamento nos enseña que nuestra alma es inmortal y que va a Dios o al diablo en el momento de nuestra muerte? La palabra griega traducida como “alma” en las Escrituras del Nuevo Testamento es “psyche”. Y, como veremos, se usa de la misma manera que las Escrituras Hebreas usan la palabra “nephesh”. Encontraremos confirmación en el Nuevo Testamento de lo que aprendimos en el Antiguo Testamento.
Los animales son almas que pueden morir
Como en el Antiguo Testamento, encontramos pruebas en el Nuevo Testamento de que los animales se llaman “almas” y que esas almas pueden morir. Apocalipsis 8:9 dice: “Y murió la tercera parte de los seres vivientes que estaban en el mar”. La palabra griega para “seres vivientes” es “psyche”. Entonces podríamos decir: “Las almas en el mar que tenían vida, murieron”. Aunque se incluyen los hombres, el énfasis principal aquí está en los animales marinos.
Apocalipsis 16:3 aplica la palabra nuevamente a los animales marinos: “El segundo ángel derramó su copa sobre el mar, y este se convirtió en sangre como de muerto; y murió todo ser vivo que había en el mar”.
La palabra griega para alma describe a las personas
El Nuevo Testamento también revela que las personas son almas. Las almas no son algo dentro de las personas—más bien, las almas son personas. En 1 Corintios 15:45, cuando se habla de la resurrección de entre los muertos, Pablo cita del libro de Génesis, contándonos qué es el hombre y cómo llegó a existir. Leemos lo siguiente: “Así también está escrito: Fue hecho el primer hombre Adán alma viviente [“psyche”]”. Pero esta alma viviente, así como todas las demás almas vivientes desde Adán, murieron y tienen que volver a ser vivificados (compárese versículo 22). Tienen que ser “resucitados. (versículos 35 y 42).
Y, así como el hombre Adán era un alma, así otros humanos también son llamados “almas” en el Nuevo Testamento. Esteban deja claro que la palabra hebrea para alma, “nephesh”, tiene un significado totalmente idéntico a la palabra griega para alma, “psyche”, cuando dice en Hechos 7:14: “Y enviando José, hizo venir a su padre Jacob, y a toda su parentela, en número de setenta y cinco personas [“psyche”]”.
Nótese esta referencia adicional al Antiguo Testamento en 1 Pedro 3:20, “…cuando una vez esperaba la paciencia de Dios en los días de Noé, mientras se preparaba el arca, en la cual pocas personas [“psyche”], es decir, ocho, fueron salvadas por agua”. Estas ocho “almas” o personas, es decir, Noé, su esposa, sus tres hijos y sus tres nueras, fueron “salvados” del diluvio. Lo sobrevivieron, se mantuvieron con vida. No habla de la salvación eterna, sino de la preservación de sus cuerpos físicos.
En el libro de los Hechos Lucas escribe sobre la advertencia de Pablo sobre una gran tormenta y el consuelo posterior que Pablo dio a sus compañeros de barco, cuando les dijo que no morirían en la tormenta: “…Así que Pablo advirtió: “Señores, veo que nuestro viaje va a ser desastroso y que va a causar mucho perjuicio tanto para el barco y su carga como para nuestras propias vidas” [griego “psyche” o “almas”]… Pero ahora los exhorto a cobrar ánimo, porque ninguno de ustedes perderá la vida [“psyche”]; entre vosotros, solo se perderá el barco… Éramos en total doscientas setenta y seis personas en el barco [“psyche”]”. (Hechos 27:9–10, 22, 37 Nueva Versión Internacional).
En el capítulo 18 de Apocalipsis se describe el lado comercial de la moderna ciudad de Babilonia. En el versículo 13, se enumeran algunos de los artículos con los que los comerciantes modernos negociaban: “… Y canela, especias aromáticas, incienso, mirra, olíbano, vino, aceite, flor de harina, trigo, bestias, ovejas, caballos y carros, y esclavos, almas [“psyche”] de hombres”. Vemos que comerciarán con personas—no sólo con esclavos, sino también con hombres “libres”. No están comerciando con algún elemento inmortal dentro de los hombres.
La palabra griega para alma describe los sentimientos humanos
Al igual que la palabra hebrea “nephesh”, la palabra griega “psyche” puede describir al ser humano en su totalidad o aspectos de la persona. Puede enfatizar los sentimientos, emociones y deseos del corazón, mientras que otros aspectos de la persona pueden describirse en términos diferentes.
Leemos en Hechos 2:43: “Y sobrevino temor [admiración o respeto] a toda persona [“psyche”]; y muchas maravillas y señales eran hechas por los apóstoles”.
Romanos 2:9–10 muestra, también, que, aunque la persona es el alma, se expresa o describe una relación especial entre el alma y los sentimientos de la persona: “Tribulación y angustia, sobre todo ser humano [“psyche”] que hace lo malo, el judío primeramente y también el griego, pero gloria y honra y paz a todo el que hace lo bueno, al judío primeramente y también al griego; porque no hay acepción de personas para con Dios”.
El “alma del hombre” en el pasaje anterior se equipara con “hombre” y con “personas”. Todo es uno y lo mismo—pero aquí es especialmente el “alma” la que experimentará “angustia”.
Nótese también Apocalipsis 18:14: “Los frutos codiciados por tu alma [“psyche”] se apartaron de ti”.
Una vez más, el alma se equipara con los deseos de alimento físico y con sentimientos especiales. Es la persona, por supuesto, quien tiene esos deseos y sentimientos, pero aquí se da especial énfasis al aspecto psicológico de una persona, describiéndolo como el “alma”. (Curiosamente, la palabra inglesa “psychological” se deriva, de hecho, de la palabra griega “psyche”).
Cuando se tienen que enfatizar estos aspectos psicológicos, la palabra “alma” a veces se usa en combinación con otros aspectos humanos—pero esto no hace que el “alma” sea un elemento o entidad inmortal dentro del hombre.
1 Tesalonicenses 5:23
Leemos en 1 Tesalonicenses 5:23: “Y el mismo Dios de paz os santifique por completo; y todo vuestro ser, espíritu [griego “pneuma”], alma [griego “psyche”] y cuerpo [griego “soma”] sea guardado irreprensible para la venida de nuestro Señor Jesucristo”.
Al dividir a la persona en tres aspectos o “componentes”, Pablo no abordó la cuestión de si algunos de los aspectos eran mortales o inmortales. Más bien, el “espíritu” de la persona describe su mente, el “cuerpo” describe su carne física y el “alma” describe su “vida física temporal”. A los cristianos se les pidió que preservaran irreprensibles sus mentes, cuerpos y vidas. Decir que este versículo enseña la inmortalidad del alma significaría que la “carne” o el “cuerpo” también tendrían que ser “inmortales”, lo cual claramente no es así, como demostraremos a partir de las Escrituras.
Mateo 6:25
Note otra “distinción” entre el “alma” y el “cuerpo”. Jesús nos advirtió en Mateo 6 que no nos preocupemos por nuestra vida física. Si nos enfocamos primero en Dios y su justicia, todas las necesidades físicas necesarias serán satisfechas (compárese también Mateo 6:33), “Por tanto os digo: No os afanéis [de una naturaleza preocupante] por vuestra vida [griego, “psyche”], qué habéis de comer o qué habéis de beber; ni por vuestro cuerpo [griego, “soma”], qué habéis de vestir. ¿No es la vida [“psyche”] más que el alimento, y el cuerpo [“soma”] que el vestido?” (Mateo 6:25).
Nuestras vidas o almas necesitan comer y beber para seguir con vida. Nuestros cuerpos necesitan estar vestidos para mantenerse calientes y no enfermarse. Dios sabe que necesitamos comida y ropa. Pero Cristo nos dice que no existimos sólo para cuidar de nuestras necesidades físicas. No sólo de pan vivirá el hombre, sino de toda palabra que sale de la boca de Dios (Mateo 4:4). La vida del hombre no consiste en, ni depende de la abundancia de los bienes que pueda poseer (Lucas 12:15). Nuestro enfoque debe estar en DIOS para satisfacer nuestras necesidades, en lugar que en las necesidades mismas.
Si Mateo 6:25 enseña que el alma es inmortal, ¿enseña también que el cuerpo es inmortal? Después de todo, Cristo dijo en Mateo 6 que no nos afanemos por nuestra vida ni por nuestro cuerpo. Nadie afirma, sin embargo, que nuestros cuerpos sean inmortales. Leemos en Romanos 6:12: “No reine, pues, el pecado en vuestro cuerpo mortal [griego “soma”]”.
La palabra griega para “alma” se refiere a la vida temporal de una persona
Como vimos con respecto a la palabra hebrea “nephesh”, la palabra griega “psyche” también describe la vida física de las personas. Nuevamente, esta vida siempre es temporal—nunca se aplica a la vida inmortal o eterna.
Leemos en Hechos 15:26: “Hombres… que han expuesto su vida [“psyche”] por el nombre de nuestro Señor Jesucristo”. Esta es claramente una referencia a la vida física—no podría referirse a ningún alma inmortal, ya que la idea de un alma eterna dentro de la persona, por supuesto, no permitiría que la persona pudiera poner en peligro su “alma inmortal” al defender a Jesucristo— todo lo contrario sería el caso.
La misma declaración se hace en Apocalipsis 12:11: “Y ellos [los verdaderos cristianos] le han vencido [a Satanás] por medio de la sangre del Cordero y de la palabra del testimonio de ellos, y menospreciaron sus vidas [“psyche”] hasta la muerte”. Nuevamente, esto se refiere a las vidas temporales—“almas” que podrían morir. Esto no puede ser una referencia a una falta de amor por sus almas “inmortales”. Los verdaderos cristianos deben estar dispuestos a morir por Cristo, si es necesario. Deben valorar su vida física menos que a Cristo, para poder obtener [no renunciar o menospreciar] la vida eterna (compárese Lucas 14:26, “Si alguno viene a mí, y no aborrece [una mejor interpretación es, “amar menos en comparación”] a su padre, y madre, y mujer, e hijos, y hermanos, y hermanas, y aun también su propia vida [“psyche”], no puede ser mi discípulo”).
Nótese Mateo 16:24-26: “Entonces Jesús dijo a sus discípulos: Si alguno quiere venir en pos de mí, niéguese a sí mismo, y tome su cruz, y sígame. Porque todo el que quiera salvar su vida [“psyche” o “alma la perderá; y todo el que pierda su vida [“psyche” o “alma”] por causa de mí, la hallará. Porque ¿qué aprovechará al hombre, si ganare todo el mundo, y perdiere su alma [“psyche”]? ¿O qué recompensa dará el hombre por su alma [“psyche”]”?
Tenga en cuenta que la traducción es bastante inconsistente aquí. Las primeras dos veces “psyche” se traduce como “vida”, mientras que posteriormente se traduce dos veces como “alma”, para implicar algún tipo de vida “eterna” o “inmortal”. Cuando miramos todo el pasaje en una interpretación consistente, vemos que se refiere estrictamente a la vida física. Si uno quisiera aceptar el falso concepto de un alma inmortal, sería incomprensible que uno pudiera perder su alma inmortal “por causa de Cristo”. Cristo nos dice aquí que, si amamos nuestra vida física más que a Él, moriremos—sin la posibilidad de vivir para siempre. Y luego explica que incluso desde un punto de vista humano lógico, este tipo de “amor” por la propia vida física y el mundo no tiene sentido—porque nuestra vida física podría terminar en el momento siguiente.
Cristo deja este punto muy claro en Lucas 12:18-20, mostrando que las almas humanas pueden morir, y que el alma y la persona son una y la misma cosa. En esta parábola, un hombre rico había sido bendecido con una cosecha abundante. En lugar de usarlo para el beneficio de otros, contempló cómo podría usarlo para sí mismo: “Y dijo: Esto haré: derribaré mis graneros, y los edificaré mayores, y allí guardaré todos mis frutos y mis bienes; y diré a mi alma [“psyche” en todas partes]: Alma, muchos bienes tienes guardados para muchos años; repósate, come, bebe, regocíjate. Pero Dios le dijo: Necio, esta noche vienen a pedirte tu alma; y lo que has provisto, ¿de quién será”?
Nuevamente, la referencia al alma es como a un ser físico, no a un ser inmortal. El hombre rico dijo que su alma debía comer, beber y regocijarse porque lo había provisto bien para sí mismo. Sin embargo, este hombre iba a morir esa misma noche. No estaba dispuesto a dar su vida por los demás ni, en su caso, a compartir sus riquezas con otros. No estaba preocupado de renunciar a sus posesiones por Cristo. Y entonces Cristo da la siguiente lección en el versículo 21: “Así es el que hace para sí tesoro, y no es rico para con Dios”. (Compárese Mateo 6:19–21, “No os hagáis tesoros en la tierra… sino haceos tesoros en el cielo… Porque donde esté vuestro tesoro, allí estará también vuestro corazón”).
Fijémonos en el ejemplo de Pablo, que muestra su voluntad de entregar su “alma” por Cristo para obtener la vida eterna. Entendió que el alma que estaba dispuesta a “perder” NO era un alma “inmortal”. Continuemos leyendo las palabras de Pablo en Hechos 20:22–24: “Ahora, he aquí, ligado yo en espíritu [ya previó esto en una visión], voy a Jerusalén, sin saber lo que allá me ha de acontecer; salvo que el Espíritu Santo por todas las ciudades me da testimonio, diciendo que me esperan prisiones y tribulaciones. Pero de ninguna cosa hago caso, ni estimo preciosa mi vida [“psyche” o “mi alma”] para mí mismo, con tal que acabe mi carrera con gozo, y el ministerio que recibí del Señor Jesús, para dar testimonio del evangelio de la gracia de Dios”.
Pablo quería terminar “su carrera” con alegría, incluso si eso significaba renunciar a su vida física o “alma”. Sabía lo que le esperaba una vez terminada su carrera: “Porque yo ya estoy para ser sacrificado, y el tiempo de mi partida está cercano. He peleado la buena batalla, he acabado la carrera, he guardado la fe. Por lo demás, me está guardada la corona de justicia, la cual me dará el Señor, juez justo, en aquel día; y no solo a mí, sino también a todos los que aman su venida”. (2 Timoteo 4:6–8).
Pablo sabía que Dios le daría vida eterna en el momento de la “aparición”—el regreso de Cristo y la resurrección de los justos. Le había mostrado a Dios que lo amaba incluso más que su propia vida física.
¿Qué le sucede al alma en el momento de la muerte?
Hemos visto pruebas bíblicas de que la palabra “alma” se refiere tanto al hombre como a los animales, y que todos morimos por igual. Pero ¿qué le sucede al alma en el momento de la muerte? ¿Cuál es ese “lugar” al que se hace referencia en Eclesiastés 3:19–20 (discutido anteriormente), a donde van las almas de los hombres y los animales? ¿La Biblia siquiera da una pista de que las almas irían al cielo o a un infierno siempre ardiente, o a un lugar llamado purgatorio o limbo en el momento de la muerte? En realidad, la Biblia revela un destino bastante diferente.
Nótese el Salmo 89:48: “¿Qué hombre vivirá y no verá muerte? ¿Librará su vida [“nephesh”] del poder del Seol?” El alma va a la tumba en el momento de la muerte. La palabra hebrea para “tumba” es “sheol”. Transmite el significado de una tumba o fosa. De hecho, la muerte se equipara con la tumba. Note el Salmo 30:3: “Oh Jehová, hiciste subir mi alma [“nephesh”] del Seol; Me diste vida, para que no descendiese a la sepultura”. La palabra hebrea para “sepultura” es “bowr” y tiene el significado de “una fosa”.
Leemos en Job 33:22: “Su alma [“nephesh”] se acerca al sepulcro [hebreo “shachath”—una fosa, corrupción, destrucción, zanja, tumba—compárese Strong’s #7845], y su vida a los que causan la muerte”. Cuando el alma va a la tumba o a la fosa, se corromperá o decaerá. Nuevamente, esto muestra que el alma es la persona.
El alma de Cristo no vio descomposición ni corrupción en el “infierno”
Notemos cómo el Nuevo Testamento describe la muerte de Cristo. El alma de Cristo—es decir, el ser humano Jesucristo—también iría a la tumba. Sin embargo, Cristo no permanecería en la tumba para ver la corrupción, sino que resucitaría de entre los muertos después de tres días y tres noches. Hechos 2:27 se refiere a Cristo cuando cita el Salmo 16:10: “Porque no dejarás mi alma [“psyche”] en el Seol, Ni permitirás que tu santo vea corrupción [descomposición]”. La persona muerta o “alma”—Cristo—estaba en la tumba, de hecho, en una tumba en la que nadie había sido sepultado antes. La palabra griega para “infierno” aquí es “hades” y significa la tumba. Cristo no permanecería en la tumba tanto tiempo como para que su cuerpo se descompusiera.
Obsérvese cómo la Biblia Dios Habla Hoy (DHH) traduce Hechos 2:27: “porque no me dejarás [en griego “mi alma” o “psyche”] en el sepulcro ni permitirás que se descomponga el cuerpo de tu santo siervo”. La palabra griega “hades” significa lo mismo que la palabra hebrea “sheol”—describe “la tumba”.
Nótese también cómo la Nueva Versión Internacional (NVI) traduce este versículo, mostrando que ellos también entienden que la palabra “hades” describe la tumba o la muerte en general, “…no dejarás que mi vida [otra vez en griego “mi alma” o “psyche”] termine en los dominios de la muerte; no permitirás que tu santo sufra corrupción”.
La traducción de “hades” como “infierno” es engañosa hoy en día, dada la asociación errónea con el falso concepto moderno del “infierno”. Sin embargo, cuando se escribió la Biblia King James, la palabra “infierno” simplemente significaba “un agujero en el suelo”. La gente hablaba de poner a sus patatas “al infierno” durante el invierno. En alemán, la palabra “infierno” es “Hölle” y está estrechamente asociada con la palabra “Höhle”, que significa “cueva”.
También podríamos notar algo más: al reemplazar el término “mi alma” con “yo” en sus traducciones de Hechos 2:27, tanto la DHH como la NVI muestran su entendimiento de que estos términos describen lo mismo—la persona y el alma de la persona son idénticos. ¡Es la persona la que va a la tumba!
NOSOTROS—Nuestras Almas—¡Vamos a la Tumba!
Cuando morimos, vamos a la tumba. Eclesiastés 9:10 te dice que no harás nada “en el Seol, adonde vas”. Ahora obsérvese el Salmo 94:17: “Si no me ayudara Jehová, pronto moraría mi alma [“nephesh”] en el silencio”. En otras palabras, a menos que Dios hubiera ayudado, el alma habría muerto e ido a la tumba.
Nuevamente vemos que la persona y el alma de la persona son lo mismo. Ambos van a la tumba, donde hay silencio y ausencia total de conciencia o actividad. En otras palabras, ambos mueren. Por eso la Biblia describe consistentemente la muerte como un sueño sin sueños [compárese Juan 11:11–14; Daniel 12:2; Mateo 27:52; 2 Samuel 7:12; 1 Reyes 2:10; 1 Tesalonicenses 4:15-17]. Dios debe despertarnos de ese sueño de muerte para que podamos vivir de nuevo—y Dios lo hará en la resurrección de los muertos.
El rey Ezequías comprendía plenamente lo que le sucedería a él y a su “alma” cuando muriera. Escuche su desgarradora oración a Dios, suplicándole que le permitiera vivo por un tiempo. Está registrado en Isaías 38, comenzando en el versículo 10: “Yo dije: A la mitad de mis días iré a las puertas del Seol [“sheol”]: privado soy del resto de mis años. (11) Dije: No veré a JAH, a JAH en la tierra de los vivientes… (12) me consumirás entre el día y la noche… (17) He aquí, amargura grande me sobrevino en la paz, mas a ti agradó librar mi vida [“nephesh”] del hoyo [hebreo “schachath”] de corrupción”.
El alma que muere se descompondrá o verá corrupción en la tumba o en la fosa. El alma no continúa viviendo, ni va al cielo ni a un infierno siempre ardiente, gobernado por Satanás y sus demonios.
La tumba es un lugar de silencio e inconsciencia
La tumba se describe como un lugar de silencio, sin actividad, pensamiento o conciencia alguna. Los muertos ni siquiera se acuerdan de Dios su creador. El Salmo 6:5 señala: “Porque en la muerte no hay memoria de ti; en el Seol [“sheol”,] ¿quién te alabará”?
Nótese esta declaración adicional en Salmo 115:17: “No alabarán los muertos a JAH, ni cuantos descienden al silencio”. Estas serían declaraciones extrañas si fuera cierto que las almas de las personas justas muertas continuarían viviendo una vida consciente e irían al cielo. ¿No darían gracias a Dios al llegar al cielo? ¿Y desde cuándo el cielo es un lugar de silencio? Pero la Biblia nos dice que, en la muerte, ni siquiera se acuerdan de Dios—de hecho, ni de ninguna otra cosa. [Es cierto, sin embargo, que cada hombre tiene un espíritu, y ese espíritu si regresa a Dios en el cielo cuando el hombre muere. Sin embargo, el espíritu en el hombre no permanece consciente cuando el hombre muere—y este espíritu tampoco es el alma. Si desea aprender más sobre la asombrosa verdad sobre el espíritu humano, solicite nuestro folleto gratuito, “La teoría de la Evolución: ¿Un cuento de hadas para adultos?”]
Isaías 38:18 reitera que no hay actividad en la tumba—que ir a la tumba es lo mismo que ir a una “fosa”— y que la tumba y la muerte son lo mismo, “Porque el Seol [“sheol”] no te exaltará, ni te alabará la muerte; ni los que descienden al sepulcro esperarán tu verdad”.
Eclesiastés 9:10 nos dice: “Todo lo que te viniere a la mano para hacer, hazlo según tus fuerzas; porque en el Seol [“sheol”], adonde vas, no hay obra, ni trabajo, ni ciencia, ni sabiduría”.
También se nos dice en Eclesiastés 9:5 que “…los muertos nada saben”.
El Salmo 146:4 agrega: “Pues sale su aliento, y vuelve a la tierra; en ese mismo día perecen sus pensamientos”.
¿Jesucristo tenía un alma inmortal?
A pesar de lo que hemos aprendido hasta ahora, algunos seguirán insistiendo en que el Nuevo Testamento sí enseña que las almas permanecen conscientes después de la muerte de una persona. Entonces, repasemos algunos pasajes adicionales del Nuevo Testamento que tratan de la muerte de Jesucristo. Sabemos que Jesucristo vino a morir por nuestros pecados. Si Él no hubiera muerto por nosotros, no tendríamos un salvador. Fue su sangre que derramó voluntariamente por nosotros, la que pagó por nuestros pecados. Sabiendo esto, nótese Mateo 20:27–28: “Y el que quiera ser el primero entre vosotros será vuestro siervo; como el Hijo del Hombre no vino para ser servido, sino para servir, y para dar su vida en rescate por muchos”.
La palabra para “vida” en griego es “psyche”—Cristo dio su “alma” por nosotros. Él murió por nosotros al derramar su sangre y, como ya sabemos, la sangre es el alma (Deuteronomio 12:23). Cristo no entregó un alma inmortal por nosotros. Él dio su vida física por nosotros. Tome nota del hecho de que Isaías profetizó que Cristo iba a hacer precisamente eso. Leemos en Isaías 53:12 en la “Biblia del Jubilieo”: “…derramó su alma [hebreo “nephesh”] hasta la muerte, y fue contado con los rebeldes…”
Jesucristo dio su vida por nosotros
Leemos en varios pasajes que Jesús dijo que había venido a morir por nosotros—dar su vida por nosotros. Pero lo que realmente dijo ha sido oscurecido en la mayoría de las traducciones. Por ejemplo:
Juan 10:11, “Yo soy el buen pastor; el buen pastor su vida da por las ovejas”. La palabra para “vida” es “psyche” y literalmente significa “alma”.
Juan 10:15, “Y pongo mi vida [“psyche” o “alma”] por las ovejas”.
Juan 10:17–18, “Por eso me ama el Padre, porque yo pongo mi vida [“psyche” o “alma”], para volverla a tomar. Nadie me la quita [la vida de Cristo o alma], sino que yo de mí mismo la pongo. Tengo poder [autoridad] para ponerla, y tengo poder [autoridad, derecho, titularidad] para volverla a tomar [recibirla]”. Cristo aquí no estaba hablando de un alma inmortal a la que renunciaría y luego recibiría nuevamente.
Sólo Cristo ha adquirido la inmortalidad hasta ahora
A estas alturas, el único ser humano que ha adquirido la inmortalidad mediante la resurrección de entre los muertos (Romanos 1:3-4) es Jesucristo, el “primogénito de muchos hermanos”. Cristo había sido Dios eternamente, pero se hizo hombre para poder morir por el hombre. A través de la resurrección, Él volvió a ser Dios, viviendo hoy en un estado de inmortalidad, incapaz de morir. (Para obtener más información, solicite nuestro folleto gratuito, “¿Dios es una Trinidad?”).
Leemos en 1 Timoteo 6:14-16, la traducción de la biblia “Lamsa”: “Que guardes el mandamiento sin mácula ni reprensión, hasta la aparición de nuestro Señor Jesucristo, la cual a su tiempo mostrará el bienaventurado y solo Soberano, Rey de reyes, y Señor de señores, el único que tiene inmortalidad, que habita en luz inaccesible; a quien ninguno de los hombres ha visto ni puede ver [en su estado glorificado]”.
Cristo murió y estuvo muerto en la tumba. Cuando estuvo aquí en la tierra como ser humano, Él no tuvo inmortalidad. Había renunciado a la inmortalidad que había tenido antes. Después de su muerte, recibió vida de Dios el Padre cuando fue resucitado (compárese Efesios 1:19-20). Véase también Juan 3:13–15.
1 Pedro 3:18–20
Algunos afirman, sin embargo, que Cristo no estaba realmente muerto y en la tumba, sino que Él—o su “alma inmortal”—predicó durante el tiempo de su “muerte” a los espíritus malignos en el “infierno”. Apoyan esta afirmación refiriéndose a 1 Pedro 3:18–20. Sin embargo, observemos lo que realmente nos dice este pasaje:
“Porque también Cristo padeció una sola vez por los pecados, el justo por los injustos, para llevarnos a Dios, siendo a la verdad muerto en la carne, pero vivificado en espíritu; en el cual también fue y predicó a los espíritus encarcelados, los que en otro tiempo desobedecieron, cuando una vez esperaba la paciencia de Dios en los días de Noé, mientras se preparaba el arca, en la cual pocas personas, es decir, ocho, fueron salvadas por agua”.
Correctamente entendido, este pasaje nos dice que Cristo, a través de su espíritu, predicó a los demonios en los tiempos de Noé. Los demonios son espíritus o seres espirituales “encarcelados”. Son sus mentes malvadas e impenitentes las que los mantienen “cautivos”. Se habían vuelto desobedientes y rebeldes, y ahora están esperando, en “cadenas de oscuridad” espirituales, su juicio final (compárese Judas 6; 2 Pedro 2:4; Santiago 2:19).
Nótense los siguientes comentarios de “The New Bible Commentary: Revised”, derechos de autor 1970, “…se puede argumentar a partir de pasajes como 2 Pedro 2:4–10; Judas 6… que los espíritus encarcelados son los ángeles caídos, y que esta interpretación es más consistente con el uso de la palabra pneumata, espíritus, en las Escrituras cuando aparece sin calificación. Esta parecería en conjunto la mejor interpretación de un pasaje difícil…”
El pasaje de 1 Pedro 3: 19-20 nos enseña que el Cristo pre-encarnado predicó a estos espíritus malignos o demonios (compárese Efesios 6:12), que habían desobedecido hacía mucho tiempo. Sin embargo, Cristo les predicó en tiempos de Noé, cuando la paciencia o la longanimidad de Dios “esperaba”. Tenga en cuenta que en el texto griego original no hay puntuación. Note cómo la Interlinear Literal Translation traduce este pasaje (es cierto que suena extraño tanto en inglés como en español, pero es una traducción literal, palabra por palabra, del griego):
“…sino vivificado por el Espíritu en el cual también predicó a los espíritus encarcelados habiéndose ido, desobedeció en algún momento cuando una vez esperaba la paciencia de Dios en los días de Noé siendo preparada el arca…”
La palabra griega “kerusso”, traducida como “predicado”, podría traducirse mejor como “proclamado”. La New American Standard Bible traduce “kerusso” como “proclamación”. Aparentemente Cristo reveló, en tiempos de Noé, a los demonios al menos una parte del plan de Dios para la salvación de la humanidad y el destino final de los espíritus malignos y desobedientes. Considere que Pedro había señalado anteriormente (en 1 Pedro 1:12) que incluso los ángeles obedientes “desean estudiar” las cosas contenidas en el evangelio. Si ni siquiera los ángeles obedientes comprendieron plenamente el evangelio, ¿cuánto más sería esto cierto para el mundo demoníaco? ¡Por favor, comprenda que los demonios son desconectados del Espíritu Santo de Dios mediante el cual Él revela la verdad espiritual!
Este pasaje de 1 Pedro 3:19–20 no nos enseña que el “Espíritu de Cristo”—o su “alma inmortal”—predicó a los espíritus en el infierno mientras Cristo estaba muerto y en la tumba. Como hemos visto, la Biblia enseña claramente que Cristo, o su Espíritu, no podría haberlo hecho, ya que una persona está inconsciente cuando está en la tumba. El pasaje tampoco nos enseña que los espíritus o las almas de las personas malvadas están sufriendo en el infierno en este momento. Más adelante en este folleto analizaremos con más detalle el hecho de que las personas malvadas no sufren en el “infierno”.
Las almas humanas mueren y deben ser devueltas a la vida
Cuando la gente muere, está muerta. ¡La muerte es lo opuesto a la vida! Para poder vivir de nuevo, los muertos deben ser resucitados de entre los muertos ya sea a la vida física o a la vida eterna.
En Apocalipsis 20:4, se analizan ambos tipos de resurrección, tanto la resurrección a la vida física como la resurrección a la vida eterna, con especial énfasis en una resurrección a la vida eterna, “…y vi las almas [“psyche”] de los decapitados por causa del testimonio de Jesús… y vivieron [como seres espirituales] y reinaron con Cristo mil años. Pero los otros muertos no volvieron a vivir hasta que se cumplieron mil años [pero ellos serán resucitados a la vida física después]. Esta es la primera resurrección”. [Esta frase se refiere a aquellas almas que fueron resucitadas para reinar con Cristo durante mil años].
Tenga en cuenta que las almas que habían sido asesinadas volvieron a vivir. Por lo tanto, las almas estaban muertas, pero fueron resucitadas en una resurrección de entre los muertos. Está tan claro que las personas son almas y que las almas mueren. Las almas no siguen viviendo después de la muerte.
Más de una resurrección
La Palabra de Dios revela claramente más de una resurrección. Hay una resurrección espiritual a la vida eterna de aquellos que están en Cristo en el momento de su regreso (1 Corintios 15:23; 1 Tesalonicenses 4:13-18). Aquellos que tendrán parte de esa “primera” resurrección reinarán con Cristo durante mil años aquí en la tierra (Apocalipsis 20:4; Apocalipsis 5:10).
Puesto que hay una “primera” resurrección, debe haber al menos una “segunda” resurrección. Y así leemos que el resto de los muertos no vivirá hasta que hayan pasado esos mil años (Apocalipsis 20:5). En ese momento, la gran mayoría de la humanidad será resucitada—en lo que de hecho se ha denominado como—una “segunda resurrección”. Esta segunda resurrección es una a la vida física (compárese Ezequiel 37 con respecto a la resurrección física de la casa de Israel). Esta “segunda resurrección” también se conoce comúnmente como el período del “Juicio del Gran Trono Blanco”. (Apocalipsis 20:11–12). Aquellos en esta segunda resurrección tendrán su primera oportunidad de aceptar a Cristo y vivir según su palabra—una oportunidad que nunca tuvieron en su vida anterior. Vivirán quizás durante cien años, hasta que se pronuncie su juicio (Isaías 65:20; Hebreos 9:27).
Después de la “segunda resurrección”, todavía habrá otra, o la “tercera resurrección”, a la vida física de todos aquellos que, sí sabían mejor, pero pecaron en total y deliberada desobediencia a Dios. Se negaron a arrepentirse y, en cambio, desarrollaron una actitud maliciosa y llena de odio hacia Dios, que hacía imposible cualquier arrepentimiento. Se les juzga por haber cometido el “pecado imperdonable” (que se analiza más detalladamente a continuación). Son ellos los que serán arrojados a un lago de fuego, para ser totalmente consumidos por sus llamas (Apocalipsis 20: 14-15).
Lázaro y el hombre rico en Lucas 16
El hecho de que Dios resucitará a todos, pero a cada uno en un debido orden o secuencia de tiempo (1 Corintios 15:23, primera frase), incluidos aquellos que han cometido el “pecado imperdonable” (Daniel 12:2; Juan 5:28-29), también se enseña claramente en la famosa, aunque terriblemente malinterpretada, parábola de Lázaro y el hombre rico (Lucas 16:19-31). Algunos afirman que esta parábola enseña que tenemos almas inmortales que continúan viviendo después de la muerte. Sin embargo, al analizar cuidadosamente esta parábola, encontramos que enseña todo lo contrario.
Cristo dio la parábola a los fariseos que eran codiciosos (Lucas 16:14). Lucas 16:19–21 nos presenta a un hombre rico que también era codicioso y que no se preocupaba por los demás, incluido Lázaro, un mendigo hambriento y enfermo, que estaba echado a la puerta del hombre rico. Lázaro deseaba al menos comer las migajas que caían de la mesa del hombre rico—pero parece que el hombre rico ni siquiera le dio las migajas. Además, el hombre rico ignoró la enfermedad de Lázaro—sólo los perros venían a lamer sus llagas.
Aquí Cristo está retratando a una persona totalmente egoísta. Este hombre rico nos recuerda un poco al hombre rico egoísta de Lucas 12:18-20 (discutido anteriormente), a quien Cristo nos presentó anteriormente. El hombre rico de Lucas 16 cometió el pecado imperdonable y eventualmente será arrojado al lago de fuego para ser quemado con los malvados.
¿Qué es el pecado imperdonable?
De otras Escrituras sabemos que hay al menos dos maneras en las que se puede cometer el pecado imperdonable.
Jesús nos advierte en Marcos 3:28-29 que no “blasfememos” contra el Espíritu Santo, independientemente de si estamos convertidos o no. Si lo hacemos, rechazamos el único poder que puede convertirnos y cambiarnos. Y si continuamos con ese curso de acción de resistir a Dios y negarnos a arrepentirnos, entonces podríamos llegar a un punto en el que nos resulte imposible arrepentirnos. Entonces habremos tomado la decisión final e irrevocable de nunca arrepentirnos y de cambiar. Tal actitud conducirá a un verdadero odio y resentimiento hacia Dios y su camino. Verá, si no queremos arrepentirnos, Dios no nos concederá el arrepentimiento. Y sin arrepentimiento no puede haber perdón. Por eso, un pecado del que nos neguemos a arrepentirnos, no será perdonado.
Además, las personas convertidas que han recibido el don del Espíritu Santo de Dios pueden cometer el pecado imperdonable, siempre y cuando luego se apartan y rechazan irrevocablemente el camino de la vida de Dios (compárese Hebreos 6:4–6; Hebreos 10:26– 29).
Mientras que tengamos el deseo de seguir el camino de Dios y de cambiar—mientras que odiemos las cosas malas que hacemos—mientras que queramos que el Espíritu Santo de Dios nos capacite para vencer nuestra naturaleza carnal pecaminosa, no habremos cometido el pecado imperdonable. Si, por otro lado, hemos recibido entendimiento y luego comenzamos a rechazar ese entendimiento y el camino de vida de Dios, entonces estamos caminando sobre terreno peligroso.
¿Cuál es nuestra actitud hacia el pecado? ¿Somos indiferentes al respecto? ¿Nos importa si pecamos o no? ¿Tratamos de justificar el pecado o culpamos a otros por el pecado en nuestras vidas? Este enfoque nunca nos otorgará el favor de Dios—nunca nos permitirá el arrepentimiento continuo del mal en nuestras vidas.
Por otro lado, si amamos el camino de Dios, si queremos seguir el camino de Dios, si queremos que Dios nos ayude a deshacernos de lo que está mal en nuestra forma de ser, entonces Dios nos ayudará, y no necesitamos preocuparnos si hemos cometido o no el pecado imperdonable.
Cristo, en la parábola registrada en Lucas 16, retrata a un hombre rico que es totalmente indiferente al pecado y al dolor y sufrimiento de los demás. Aunque Cristo no nos da muchos detalles sobre la vida malvada del hombre rico (como tampoco nos da muchos detalles sobre la vida justa de Lázaro), del contexto queda claro que el hombre rico ciertamente cometió el pecado imperdonable— ha llegado al punto final sin retorno, ya que no está dispuesto a arrepentirse y a cambiar.
Diferentes destinos de Lázaro y el hombre rico
Lucas 16:22 dice que el mendigo murió y que los ángeles lo llevaron al seno de Abraham. No dice que el mendigo fue “llevado por los ángeles” al “seno de Abraham” inmediatamente en el momento de su muerte. Por otras escrituras sabemos que pasó un tiempo considerable entre su muerte y la actividad de los ángeles. De hecho, Cristo enviará a sus ángeles para reunir a los justos en el momento de su regreso y la resurrección de los justos. Mateo 24:31 nos dice: “Y él [Cristo] enviará sus ángeles con gran voz de trompeta, y juntarán a sus escogidos, de los cuatro vientos, desde un extremo del cielo hasta el otro”.
Entonces, ¿por qué dice Cristo que los ángeles llevaron a Lázaro “al seno de Abraham”? Este término describe una relación íntima cercana entre dos o más personas. Compárese con Juan 1:18: “A Dios nadie le vio jamás; el unigénito Hijo, que está en el seno del Padre, él le ha dado a conocer”.
Los judíos en la época de Jesús estaban familiarizados con este término, ya que se usaba varias veces en el Antiguo Testamento para describir una relación personal tan cercana [compárese 2 Samuel 12:1–3; Isaías 40:11; Números 11:12].
Lucas 16:22 también nos dice que el hombre rico murió y fue sepultado—presumiblemente con gran pompa y ceremonia. Lucas 16:23 explica que el hombre rico alzó los ojos en el “Hades”, “estando en tormentos” y viendo a Abraham “de lejos, y a Lázaro en su seno”. El versículo 24 continúa diciéndonos que el hombre rico le pide a Abraham que envíe a Lázaro “para que moje la punta de su dedo en agua y refresque” la lengua del hombre rico, ya que está “atormentado en esta llama”.
¿Qué nos enseña Lucas 16 realmente?
En primer lugar, notemos que no se nos dice cuánto tiempo pasó entre la muerte del hombre rico y el momento en el que levantó sus ojos en el “Hades”. La traducción literal de la palabra griega “hades” es “infierno”. “Hades” nunca se asocia en las Escrituras con “fuego”—como ya hemos visto, simplemente describe la tumba o la muerte. Lo que Cristo está diciendo aquí es que el hombre rico levantó sus ojos, mientras estaba en la tumba—en otras palabras, está siendo resucitado de entre los muertos. Y cuando abre los ojos de su “sueño” de muerte, ve a Abraham y a Lázaro “de lejos”, y se da cuenta de que las llamas lo están esperando. En realidad, está viendo las llamas del “lago de fuego”, al que se hace referencia en Apocalipsis 20:14. Está lo suficientemente cerca como para experimentar un poco de dolor físico de las llamas—pero su verdadera angustia y tormento es de naturaleza psicológica. Es decir, sabe que ha cometido el pecado imperdonable y que ahora tendrá que enfrentar las consecuencias eternas—una muerte de la que no habrá resurrección.
Lo que se describe aquí es la tercera resurrección. Leemos en Apocalipsis 20:13–14 que “la muerte y el Hades [“hades” en griego] entregaron los muertos” (lo que incluiría al hombre rico), y que “la muerte y el Hades fueron lanzados al lago de fuego”. El hombre rico fue resucitado a la vida física para ser arrojado al lago de fuego. Y aquellos que serán arrojados al lago de fuego sufrirán tormento psicológico cuando enfrenten ese momento. Se enfrentarán a un “castigo eterno”—es decir, un castigo con consecuencias eternas para toda la eternidad—su existencia terminará para siempre. (El hecho de que no sufrirán para siempre en un infierno de fuego se analiza con mayor detalle a continuación.) Su tormento psicológico se describe en Mateo 13:42: “Y los echarán en el horno de fuego; allí será el lloro y el crujir de dientes”.
Lucas 13:28 agrega: “Allí será el llanto y el crujir de dientes, cuando veáis [podríamos incluir aquí, “el hombre rico”] a Abraham, a Isaac, a Jacob y a todos los profetas [podríamos incluir aquí, el “mendigo”, véase más abajo], en el reino de Dios, y vosotros estéis excluidos”.
La parábola de Lucas 16 continúa diciendo que Abraham no honra la petición del hombre rico de enviarle a Lázaro. En cambio, Abraham señala que “una gran sima está puesta entre nosotros y vosotros, de manera que los que quisieren pasar de aquí a vosotros, no pueden, ni de allá pasar acá”. (versículos 25 y 26).
Esta gran sima que está “puesta” es la diferencia entre la mortalidad y la inmortalidad. Aquellos que están con Abraham en ese momento son seres espirituales inmortales en el Reino de Dios. Aquellos que son como el hombre rico son mortales, destinados a morir la muerte eterna. Su destino está sellado. Nada puede cambiar o revertir esa decisión final. El ser espiritual inmortal no puede volver a ser mortal, y el ser físico mortal no puede volverse inmortal.
En Lucas 16:27–28, el hombre rico pide que envíen a Lázaro a sus hermanos para advertirles sobre lo que les esperaría si terminaran como él. Abraham niega esa petición (v. 29) porque para entonces ya es demasiado tarde. La tercera resurrección ocurre después de que todos, incluidos los hermanos del hombre rico, hayan tenido su oportunidad.
Dese cuenta aquí de que el hombre rico no tuvo conciencia mientras estaba muerto en la tumba. No sabía cuánto tiempo había pasado. Murió, y en lo que respecta su conciencia, se despertó en el próximo segundo. Entonces insiste nuevamente en que Abraham envíe a Lázaro para advertir a sus familiares (versículo 30). Y Abraham responde: “Si no oyen a Moisés y a los profetas, tampoco se persuadirán, aunque alguno se levantare de los muertos”. (versículo 31).
Vemos, entonces, que esta parábola trata de personas que mueren y de la resurrección de entre los muertos. No habla de las almas de personas que están conscientes y vivas, mientras que las personas están muertas. Por el contrario, se refiere a las resurrecciones de entre los muertos.
¿Un infierno eterno de fuego?
Entonces, podría preguntarse, ¿los malvados no van al infierno? ¿No dijo Cristo muy claramente, en Mateo 10:28, que podemos ser arrojados al infierno? ¿Y esto no significa, entonces, que el hombre rico va a sufrir por toda la eternidad en las llamas del lago de fuego?
Mateo 10:28
Notemos lo que dice Mateo 10:28: “Y no temáis a los que matan [“apokteino”] el cuerpo [“soma”], mas el alma [“psyche”]no pueden matar [“apokteino”]: temed más bien a aquel que puede destruir [“apollumi”] el alma [“psyche”] y el cuerpo [“soma”] en el infierno [“gehenna”]”.
Algunos han utilizado este pasaje como apoyo para su idea de que las “almas inmortales” de los malvados serán torturadas por toda la eternidad en el infierno. Pero notemos lo que el pasaje nos enseña realmente. Primero, Cristo nos dice que no temamos a aquellos que pueden “matar” [en griego, “apokteino”] el cuerpo, pero no el “alma”.
Significado de la palabra griega “Apokteino”
La palabra griega para “matar” (“apokteino”), en la Versión Autorizada en inglés, se traduce 55 veces como “matar”, 14 veces como “asesinar” y seis veces como “quitar la vida”. En todos los casos, se refiere al “asesinato” de un ser humano mortal, principalmente por manos humanas. Nunca se refiere a la exterminación de un ser humano por toda la eternidad sin la posibilidad de una resurrección. Esto queda muy claro en el pasaje paralelo de Lucas 12:4-5, donde leemos: “Mas os digo, amigos míos: No temáis a los que matan [“apokteino”] el cuerpo [“soma”], y después nada más pueden hacer. Pero os enseñaré a quién debéis temer: Temed a aquel que después de haber quitado la vida [“apokteino”], tiene poder de echar en el infierno [“gehenna”]; sí, os digo, a este temed”.
Lucas 12:5 es uno de los pocos lugares donde la palabra “matar” o “apokteino” se usa en relación con Dios. Como comentamos, normalmente se refiere a matar por y a través del hombre. Pero vemos claramente que algo más sucede después de “matar” el cuerpo físico. Lucas 12:5 dice que Dios tiene poder de “echar en el infierno”. Mateo 10:28 dice que Dios tiene poder para “destruir [en griego, “appollumi”] tanto el alma como el cuerpo en el infierno”.
Significado de la palabra griega “Appollumi”
La palabra griega para “destruir”, “appollumi”, en la Versión Autorizada en inglés, se traduce como “destruir” [23 veces] o “ser destruido” [3 veces]; con “perder” [28 veces] o “estar perdido” [3 veces]; con “estar arruinado” [una vez]; con “perecer” [33 veces]; y con “morir” [una vez]. Aunque esta palabra tiene una amplia variedad de significados, incluyendo ciertamente el “asesinato” de un ser humano físico, también incluye el juicio final de los hombres e incluso de los demonios. Los siguientes ejemplos muestran que la palabra “apollumi” puede referirse a la exterminación final de los humanos de la cual no hay más resurrección a la vida.
En Romanos 14:15, Pablo nos advierte que no “destruyamos” [“appollumi” en griego] a nuestro hermano espiritualmente. Dado que el juicio ha comenzado por la casa de Dios (1 Pedro 4:17), si nosotros, que hemos sido iluminados con la verdad, nos apartamos, sólo podemos esperar la condenación final de Dios que nos “devorará” (Hebreos 10: 26-27). La palabra para “devorar” es “esthio” en griego y significa, literalmente, “comer” o “devorar”. Se utiliza muchas veces para describir a personas comiendo alimentos. Una vez que la comida esta consumida, ya no está. No continúa existiendo para siempre en el estómago de la persona que lo ha comido. Es por eso que la “destrucción” de la que habla Pablo en Romanos 14:15 tiene consecuencias espirituales finales.
Además, Santiago 4:12 nos dice que Dios es quien “puede salvar y destruir [griego, “apollumi”]”. Dios puede salvar nuestras vidas físicas e incluso darnos vida eterna, o puede destruir nuestras vidas en un juicio final y darnos muerte eterna.
Nótese también el siguiente pasaje interesante en Mateo 5:29: “Por tanto, si tu ojo derecho te es ocasión de caer [te tienta a pecar], sácalo, y échalo de ti [no lo uses para mirar cosas tentadoras]; pues mejor te es que se pierda uno de tus miembros [griego “apollumi”], y no que todo tu cuerpo [“soma”] sea echado al infierno [“gehenna”]”.
Debemos “destruir” nuestro ojo de una vez por todas—es decir, debemos dejar de usarlo para fines pecaminosos. Por supuesto, esto no se refiere literalmente a “arrancar” nuestros ojos—es una forma figurativa de decir que debemos dejar de usar nuestros ojos u otros miembros de nuestro cuerpo para propósitos pecaminosos. Romanos 6:19 nos dice: “…que, así como para iniquidad presentasteis vuestros miembros para servir a la inmundicia y a la iniquidad, así ahora para santificación presentad vuestros miembros para servir a la justicia”. Por supuesto, no podríamos presentar a nuestros miembros como “esclavos de la justicia”, si los arrancaríamos y los cortaríamos de nuestros cuerpos.
Nótese también que la traducción Lamsa, en inglés, explica que los términos “sacar nuestro ojo” y “cortar la mano derecha” son modismos arameos, que significan “deja de envidiar” y “deja de robar”.
Cristo alude, en Mateo 5:29, a nuestro compromiso final que hacemos en el momento de nuestro bautismo. De lo contrario, si no vencemos el pecado, Dios echará “todo nuestro cuerpo” al “infierno”. Pero, ¿no es extraño? ¿No le han dicho que sólo su “alma” sería echada al infierno, cuando muera, mientras que su cuerpo está muerto y en la tumba? La verdad es que Dios aquí se refiere al destino final tanto del “cuerpo como del alma”—es decir—de todo el ser o la persona.
Si Dios nos da la vida eterna, no pereceremos ni seremos destruidos. Nótese el siguiente versículo en Juan 10:28: “Yo les doy vida eterna [aún no la tenemos—no tenemos un alma inmortal dentro de nosotros]; y nunca perecerán [griego, “apollumi”]”.
Volviendo a Mateo 10:28 y Lucas 12:4–5, podemos entender lo que Dios nos está diciendo. No debemos temer al hombre, que sólo puede matarnos, quitándonos la vida física. Eso es todo lo que el hombre puede hacer—el hombre no puede impedir que Dios nos resucite de la muerte para darnos vida nuevamente. En cambio, debemos temer a Dios, quien no sólo puede quitarnos la vida física, sino que también puede echarnos—tanto “cuerpo como alma”—al “infierno”, quitándonos la oportunidad de tener la vida eterna.
Nótese también, que en Mateo 10:28 y Lucas 12:4–5, así como en Mateo 5:29 (analizado anteriormente), la palabra griega para “infierno” es “gehenna”, no “hades”.
Significado de la palabra griega “Gehenna”
La palabra “gehenna” y el propio concepto de la misma se derivan del valle de Hinnom en las afueras de Jerusalén, donde se quemaban los cadáveres de personas muertas, principalmente criminales. Es otra expresión para el “lago de fuego” en Apocalipsis 20:15, en el cual todos los que hayan actuado de manera malvada y que hayan negado a arrepentirse, serán echados para ser quemados o “devorados”. (Recuerde que Hebreos 10:27, discutido anteriormente, nos dice que los malvados esperan la indignación ardiente de Dios que los “devorará”). Ese es el “infierno” o el fuego de “gehenna” del que Cristo está hablando aquí—“la segunda muerte” de la cual no habrá resurrección.
Aquellos que pecan deliberada, voluntaria y maliciosamente, serán resucitados por Dios a la vida física para luego echarlos—su cuerpo físico y su alma o su “vida”—al “gehenna” o lago de fuego (Apocalipsis 20:13–15; 21: 8). No arderán allí para siempre; más bien, serán consumidos por el fuego. Son la “paja” que será “quemada” con fuego inextinguible (Mateo 3:12), es decir, ningún ser humano podrá apagarlo. Nótese que este fuego en última instancia incluso quemará o disolverá “los cielos y la tierra”, para que Dios pueda crear “un cielo nuevo y una tierra nueva” (2 Pedro 3:10-13).
Los malvados, como el hombre rico en la parábola de Cristo en Lucas 16, no arderán para siempre jamás, por toda la eternidad, en un fuego infernal eterno, sino que serán “quemados” (compárese nuevamente Mateo 3:12). La palabra griega para “quemado” es “katakaio”—transmitiendo el significado que nada de lo que se quema permanecerá. Leemos en Apocalipsis 18:8 que la Babilonia moderna “será quemada con fuego”. La palabra para “quemado” es, nuevamente, “katakaio” en griego. Y se nos dice que “la gran ciudad de Babilonia [será] derribada, y nunca más será hallada” (Apocalipsis 18:21). De la misma manera, los malvados, como el hombre rico en Lucas 16, que son arrojados al “gehenna” o lago de fuego, serán “quemados”—“serán estopa; aquel día que vendrá los abrasará… y no les dejará ni raíz ni rama. (Malaquías 4:1). Serán ceniza bajo las plantas de los pies de los justos (Malaquías 4:3); serán como si no hubieran sido” (Abdías 16).
Las almas bajo el altar
Es cierto que Apocalipsis 6:9-11 habla de “almas” de mártires muertos que “claman” a Dios y piden una intervención pronta. Pero Apocalipsis 6:9-11 es claramente una visión. Las “almas” están representadas figurativamente como si estuvieran hablando, de la misma manera que se representa la sangre de Abel, como si hablara y todavía habla con Dios (Génesis 4:10; Hebreos 12:24).
Cuando un alma muere, está “durmiendo”. No continúa viviendo una vida consciente. El hecho de que Apocalipsis 6:9-11 no puede interpretarse literalmente también se ve claramente por el hecho de que las almas están yaciendo “bajo el altar” de Dios, y que se les dice que “descansen” y permanezcan allí “todavía por un poco de tiempo”. Este altar de Dios está en el cielo (Apocalipsis 8:1–5). Sin embargo, ya sabemos de las Escrituras, que las almas van a la tumba, aquí en la tierra, cuando mueren—no al altar de Dios en el cielo. Pedro declaró que David todavía está muerto y sepultado (Hechos 2:29), y que no subió al cielo cuando murió (Hechos 2:34). Pero David volverá a estar vivo—cuando sea resucitado de entre los muertos en el momento de la resurrección de los justos (compárese Jeremías 30:9). Además, Jesús le dijo a Nicodemo que nadie subió al cielo (Juan 3:13).
Se representa a las almas yaciendo bajo el altar celestial, tal como el altar físico en Israel protegía la vida. Mientras que uno tocaba los cuernos del altar físico, no podía ser matado. Los muertos en Cristo, que han sido martirizados por Él, duermen, o están muertos, con la seguridad de que serán resucitados a la vida eterna. Como dijo Cristo anteriormente, heredarán la vida eterna, y nadie las arrebatará de su mano (Juan 10:28).
¿El evangelio predicado a los muertos?
Algunos dicen que las personas muertas aún deben estar vivas después de la muerte y, por lo tanto, deben tener un alma inmortal, porque el Evangelio fue predicado a los muertos. Para respaldar su afirmación, citan 1 Pedro 4:6, que dice: “Porque por esto también ha sido predicado el evangelio a los muertos, para que sean juzgados en carne según los hombres, pero vivan en espíritu según Dios”.
Tenga en cuenta que las Escrituras dicen que el evangelio FUE predicado a los que ESTÁN muertos. Están muertos AHORA, pero estaban vivos cuando se les predicó el evangelio.
Comunicación con los muertos
No obstante, muchos sienten que las apariciones de los “espíritus” o “fantasmas” de los muertos prueban la inmortalidad del alma y una vida consciente después de la muerte. De hecho, como aprendimos al principio de este folleto, este “hecho” es una de las pruebas dadas por la Iglesia Católica de que el hombre tiene un alma inmortal. Muchos han sido confundidos acerca de este tema y piensan que la comunicación con los muertos sí es posible. Afirman que las Escrituras apoyan la posibilidad de comunicación con espíritus o almas difuntas. ¿Pero eso realmente es así?
El intento de comunicarse con los muertos parece ser tan antiguo como la humanidad misma. Se advirtió específicamente al antiguo Israel que no intentara participar en tales prácticas. Leemos en Levítico 19:31 en la NTV: “No te contamines al recurrir a los médiums o a los que consultan con los espíritus de los muertos…” Sin embargo, esta traducción es incorrecta en cuanto habla de “los que consultan con los espíritus de los muertos”, pero muestra cuán confundida está la gente al respecto.
Entonces es posible, aunque prohibido por Dios, recurrir a “encantadores”. Pero, ¿esos “espíritus” de verdad son espíritus o almas de personas muertas, como algunos afirman?
Sigamos leyendo en Levítico 20:6 y 27: “Y la persona que atendiere a encantadores o adivinos, para prostituirse tras de ellos, yo pondré mi rostro contra la tal persona… Y el hombre o la mujer que evocare espíritus de muertos o se entregare a la adivinación, ha de morir”. Esta traducción también es errónea, en la medida en la que habla de “espíritus de muertos”.
La Biblia nos dice que el culto a Baal incluía la práctica de la brujería y la hechicería, así como la consulta de médiums y espiritistas o hechiceros (compárese 2 Crónicas 33:3, 6). Salmo 106:28 indica que el antiguo Israel podría haber participado en esas prácticas paganas mientras vagaba por el desierto.
Hechos 16:16-19 nos da una pista sobre quiénes o qué son esos espíritus familiares: “Aconteció que mientras íbamos a la oración, nos salió al encuentro una muchacha que tenía espíritu de adivinación, la cual daba gran ganancia a sus amos, adivinando. Esta, siguiendo a Pablo y a nosotros, daba voces, diciendo: ‘Estos hombres son siervos del Dios Altísimo, quienes os anuncian el camino de salvación’. Y esto lo hacía por muchos días; mas desagradando a Pablo, este se volvió y dijo al espíritu: ‘Te mando en el nombre de Jesucristo, que salgas de ella’. Y salió en aquella misma hora”.
Este espíritu de adivinación era un demonio. No era un alma o espíritu de una persona muerta. La Authorized Version habla de “familiar spirits”, es decir “espíritus familiares”—demonios, que quieren familiarizarse con las personas. La NBV traduce Hechos 16:16 de la siguiente manera: “Un día en que nos dirigíamos a orar, nos salió al encuentro una joven esclava endemoniada que tenía la facultad de adivinar. Con sus adivinaciones, les proporcionaba jugosas ganancias a sus amos.”
También aprendemos que el demonio dijo la verdad—Pablo y sus compañeros eran de hecho siervos de Dios y predicaban el camino de la salvación. Asimismo, los demonios proclamaron que Cristo era el Hijo de Dios. Los demonios no siempre mienten, pero siempre quieren frustrar los planes y propósitos de Dios.
Saúl consulta a una médium
Leemos en 1 Samuel 28, que Saúl consultó a una mujer que era una médium. La Biblia la describe como una mujer “con espíritu de adivinación”. En otras palabras, Saúl consultó a una bruja poseída por un demonio. Saúl le pidió a esta bruja que trajera a Samuel. Leemos en el versículo 12: “Y viendo la mujer a Samuel, clamó en alta voz”. El pasaje siguiente nos dice que Saúl no vio nada. Le preguntó a la mujer que había visto. Note su respuesta: “Veo un espíritu que sube de la tierra”. (Versículo 13—Nueva Versión Internacional). Cuando ella describió la forma de ese espíritu como la de un anciano, se nos dice que “Saúl entendió que [era] Samuel”. (Versículo 14). La palabra “era” no está en el original. Entonces se podría agregar “fingió ser”, “pareció ser”, “pretendió ser”, etc.
Algunos afirman que la bruja realmente trajo de vuelta a Samuel—o a su espíritu—de la tumba. La Ryrie Study Bible comenta: “En esta ocasión, Dios permitió milagrosamente que el espíritu real de Samuel hablara y anunciara la muerte inminente de Saúl”. ¿Pero esto es cierto?
Note que Saúl no vio el “espíritu” o “fantasma” o “alma” de Samuel en absoluto. Samuel había muerto y había estado muerto por un tiempo (compárese 1 Samuel 25:1; 1 Samuel 31:6; 2 Samuel 1:1–2). Dios no respondió a Saúl en sueños ni por medio de los profetas (1 Samuel 28:6)—y Samuel era un profeta (Hechos 13:20; 1 Samuel 3:20). Cuando el “anciano” apareció y respondió a Saúl, eso no podría haber sido Samuel ni su espíritu o alma difunta—de lo contrario, Samuel habría respondido a Saúl en su capacidad de profeta de Dios. También leemos en 1 Crónicas 10:13–14 que esta sesión espiritista no era de Dios—sino que Saúl fue asesinado por Dios por haberla realizado. Saúl murió porque “consultó a una adivina, y no consulto a Jehová, por esta causa lo mató”.
Leemos que “Samuel” le respondió a Saúl y le dijo que Saúl moriría al día siguiente. El verdadero Samuel, muerto y en la tumba, no podría haber sabido eso. Anteriormente en este folleto aprendimos que los muertos “no saben nada”. (Eclesiastés 9:5). Pero Satanás y los demonios a veces sí conocen el plan y el propósito de Dios (compárese 1 Reyes 22:19–23; Apocalipsis 12:12; Santiago 2:19). Por lo tanto, está claro que el demonio, el espíritu familiar, pretendió ser Samuel y le habló a la bruja como Samuel. Nótese en 1 Samuel 28:7, en la NVI, que la mujer era una “médium”. La Reina Valera lo traduce como “una mujer con espíritu de adivinación” y la Authorized Version en ingles lo traduce como “una mujer con espíritu familiar”. En hebreo dice literalmente que ella era “la poseedora de un espíritu”, en otras palabras, de un demonio.
Vemos, entonces, que aparentemente, el mismo demonio que había poseído a la bruja, se le apareció a ella—¡no a Saúl!—en la forma de Samuel, convenciendo a la bruja, y a través de la bruja, a Saúl, de que él era en realidad Samuel. El verdadero Samuel, sin embargo, como profeta y siervo de Dios, nunca hubiera hablado con Saúl a través de una bruja, especialmente después de que Dios se había negado a hablar con Saúl. Y Dios no hubiera devuelto la vida a Samuel—o su alma o su espíritu—sobrenaturalmente, para permitirle hablar con Saúl a través de una bruja—después de que Dios se había negado a hablar con Saúl directamente.
El concepto de que se puede contactar con las almas o espíritus de los muertos es demoníaco. Isaías 8:19 nos dice: “Tal vez alguien les diga: «Preguntemos a los médiums y a los que consultan los espíritus de los muertos; con sus susurros y balbuceos nos dirán qué debemos hacer». Pero ¿acaso no deberá el pueblo pedirle a Dios que lo guíe? ¿Deberían los vivos buscar orientación de los muertos? (NTV). Consultar a los médiums (aquellos poseídos por demonios o espíritus familiares) y consultar a Dios al mismo tiempo es incompatible. Además, aquí Isaías no está diciendo que se pueden consultar los espíritus de los muertos. Él pregunta: “¿Debería alguien intentar buscar a los muertos”?
Nótese también Isaías 29:4: “…será tu voz de la tierra como la de un fantasma, y tu habla susurrará desde el polvo”. Esta es una referencia a la voz de un demonio, un espíritu de adivinación que ha poseído al médium. Puede parecer que es el médium quien habla, pero, de hecho, es el demonio dentro del médium quien habla. Es por eso que Pablo, en Hechos 16:16-19, habló al espíritu de adivinación o demonio de la esclava poseída—y no a la esclava misma.
Nótese Deuteronomio 18:10–11: “No sea hallado en ti quien… practique adivinación, ni agorero, ni sortílego, ni hechicero, ni encantador, ni adivino, ni mago, ni quien consulte a los muertos. Note cómo la Biblia Dios Habla Hoy traduce esta frase: “…ni que se dedique a la hechicería ni a los encantamientos, ni consulte a los adivinos y a los que invocan a los espíritus, ni consulte a los muertos”. Esta frase no dice que la comunicación con los muertos sea posible—sin embargo, sí que nos dice que no lo intentemos, ya que esto nos pondrá en contacto con demonios.
El concepto mismo de comunicación con los muertos es demoníaco—no demuestra que tenemos almas inmortales que siguen viviendo después de nuestra muerte. Satanás inició la mentira de que tenemos un alma inmortal en el jardín del Edén. Y para “demostrar” la exactitud de esa mentira, convence a la gente a través de los poderes de las tinieblas de que la comunicación con los espíritus o almas inmortales de los muertos es posible. Como vimos al principio de este folleto, muchos, incluso dentro del cristianismo ortodoxo, han aceptado no sólo la mentira, sino también esta “prueba” errónea de la mentira.
La verdad sobre la inmortalidad
En última instancia e inevitablemente, la Palabra de Dios demuestra que la vida eterna es un regalo de Dios y que la humanidad física no posee un alma inmortal. La doctrina engañosa y falsa de la “inmortalidad” inherente ha mantenido a incontables millones de personas en un estado de confusión, falsas esperanzas y miedo atormentado.
La Biblia revela que Satanás es “el dios de este siglo”. (2 Corintios 4:4). También se le conoce como el “príncipe de este mundo”. (Juan 12:31). Pablo fue inspirado para decir lo siguiente acerca de Satanás y de quienes le sirven: “Y no es maravilla, porque el mismo Satanás se disfraza como ángel de luz. Así que, no es extraño si también sus ministros se disfrazan como ministros de justicia; cuyo fin será conforme a sus obras” (2 Corintios 11:14–15).
En el capítulo once del libro de Romanos, el apóstol Pablo nos da una idea del gran plan maestro de Dios. Incluye la “reconciliación del mundo” y la “vida de entre los muertos” (versículo 15). El versículo 26 nos da la promesa de que “todo Israel será salvo”. Pero el plan de salvación de Dios no se limita a Israel—incluye a toda la humanidad—a todos los que alguna vez han respirado o lo harán. Está establecido por Dios que los hombres mueran (Hebreos 9:27), pero a través del sacrificio de Jesucristo, todos los que se arrepienten de sus pecados y aceptan el sacrificio de Cristo pueden vivir de nuevo—pueden convertirse en miembros inmortales de la Familia de Dios. Nuestra esperanza descansa en Dios, y sólo en Él, para darnos vida eterna en el futuro. Asegurémonos de estar dispuestos a creer en la verdad y de que nosotros también seremos considerados dignos de recibir el don de la inmortalidad de Dios a su debido tiempo (1 Tesalonicenses 2:10–12; Lucas 20:35–36).
